Eran las
cuatro menos cuarto. Carla decidió salir con tiempo de casa porque aunque Inés
le había dado una serie de indicaciones para llegar a la piscina, dada su
escasa orientación espacial, era probable que se perdiera. Le había dicho que
cuando llegara a una plaza con una fuente, tenía que girar a la derecha, después
a la izquierda, y después otra vez a la derecha. ¿O lo había entendido mal? Se
dispuso a seguir las indicaciones que creyó haber escuchado, y cuando llegó a
la plaza, se desvió a la derecha. Hacía mucho calor, el termómetro que tenían
en casa marcaba 35 grados, pero Carla lo soportaba muy bien, siempre había
preferido el calor al frío. Subió una
cuesta empinada en la que muchos niños jugaban con un balón, y otros más
mayores se sentaban en la acera y tecleaban algo en sus móviles. Allí, la
mayoría de las calles eran peatonales, y eso proporcionaba una gran
tranquilidad al pueblo; nunca se oían las bocinas de los coches ni a alguna
moto correr más de lo debido. A Carla le encantaba aquello, estaba acostumbrada
a vivir con ruidos incesantes que le desconcentraban cada vez que tenía que
estudiar, o que le impedían hablar en un tono de voz normal con otras personas.
Alguien
silbó varias veces, y Carla miró hacia hacia atrás. Era Gael, el cual se
aproximó hacia ella con una encantadora sonrisa. Ella se sorprendió al verle, y
después también sonrió. No podía negar que le gustaba volver a ver a aquel
chico tan guapo.
_Hola. ¿A
dónde vas? _preguntó Gael, que seguía sonriendo.
_A la piscina. Me dijo Inés si quería ir y…_Carla se avergonzó
al comprobar que el chico no sabía que ella también iba a pasar la tarde con
él.
_Oh, me parece bien.
Siguieron caminando en silencio, y pronto llegaron a la piscina.
La protegía una valla de madera, se oían a niños gritar y el sonido del agua
agitada por alguien que se acababa de tirar. Carla se puso de puntillas y
observó un recinto cubierto de césped y en el centro, una piscina rectangular,
no demasiado grande, pero suficiente. Casi todos los que estaban en el agua
eran niños, que demostraban saber hacer multitud de piruetas ante los ojos de sus amigos, y de sus padres.
_¿Te gusta?_preguntó Gael.
_Sí. ¿Venis mucho por aquí?
_A veces, es gratis y eso está bien, pero la cala también
tiene su encanto.
Carla asintió. Aquella cala era uno de los sitios más
bonitos y tranquilos que había visto nunca. Desprendía magia y serenidad, cualidades
que no tienen todos los lugares.
_Es temprano, y éstos no suelen ser puntuales, así que aún
tenemos que esperar un poco.
_Vale.
_Y dime…¿Cómo te ha dado por querer estudiar Medicina? Debes
de sacar muy buenas notas para poder matricularte allí.
Prácticamente le acababa de conocer y le había hecho una de
las preguntas más difíciles. ¿Por qué quería estudiar aquella carrera? Nunca se
lo había planteado, cuando era pequeña su padre le insistía en que jugara a
médicos con él, cuando le preguntaban qué quería ser de mayor ella no sabía qué
contestar, pero enseguida alguien daba la respuesta que deseaban escuchar.
Todavía no se había abierto el plazo para preinscribirse en la carrera, tal vez
ni siquiera la aceptaran, pero era poco probable porque su expediente era
brillante. Aún así, toda su familia y sus amigos esperaban que estudiara Medicina,
y ella ni siquiera se había planteado hacer otra cosa, o tal vez sí, pero nunca
lo había comentarlo con nadie.
_Bueno, hago lo que puedo_ se limitó a contestar.
_No me has respondido_ sonrió Gael.
_¿A qué?
_¿Por qué quieres hacerla? ¿Vocación o sacas tan buenas
notas que necesitas demostrarlo?
Carla se sintió muy ofendida con aquel comentario. ¿Quién
era él para decirle eso? Ni siquiera la conocía, y tampoco conocía lo que
estaba detrás de aquella decisión que aún no estaba del todo tomada. Iba a
callarse y no responder, pero su voz habló antes de que su cabeza hubiera
decidido no contestar.
_No sé por qué dices eso. Ni siquiera me conoces.
_¿Ya estás picada?
Como sois las mujeres, os molesta todo.
Un tópico. Muy bien, este chico empezaba a llevarse todas
las papeletas para empezar a caerle mal a Carla. Podía tener aquellos ojos
verdes que enamoraran a cualquiera, o ese cabello negro que parecía tan suave,
o el cuerpo perfecto, pero no conseguiría a ninguna chica con aquellos
comentarios.
_Vaya…Te has quedado callada. ¿No dices nada?
_No_ respondió Carla mirando hacia el lado contrario.
_Anda, no seas tonta, y mírame a la cara.
Gael tocó la
barbilla de Carla y dirigió su rostro hacia el suyo. Sus ojos se miraron; los
verdes de él y los marrones de ella. Carla se estremeció, y dio un paso hacia
atrás.
A lo lejos vieron
a Inés, a Katia y a Mario llegar juntos. Carla y Gael no volvieron a dirigirse
la palabra hasta que el grupo no se completó. Después de varios saludos,
entraron en el recinto. Colocaron sus toallas y sus mochilas en el sitio más
cercano a la puerta. Gael fue el primero en aposentarse y Carla esperó que lo
hiciera para colocar su toalla lejos de él, no quería mantener otra conversación con ese idiota. Las chicas
se aplicaron crema solar, y los chicos se zambulleron nada más llegar en la
piscina. Inés y Katia fueron más tarde, después de insistirle a Carla varias
veces en que también se fuera a bañar. Ella decidió quedarse escuchando la
música de su Ipod. No se quería imaginar cómo sería aquel chico en el agua.
Seguro que le haría una ahogadilla, y ella no era una nadadora precisamente
buena; después el diría que era una broma, ella se enfadaría, y la tarde de sol
se convertiría en una tarde asquerosa con un idiota. Sí, con un idiota, con un
idiota asquerosamente guapo. Cerró los ojos mientras sonaba “With or without
you” de U2. La siguiente canción no la escuchó.
Sintió un cosquilleo
en la mano derecha. Sonrió y abrió los ojos. Gael estaba a su lado tocando su mano con el dedo meñique.
¡Se había dormido!
_Buenas tardes, dormilona_sonrió él.
_¿Qué haces? ¿Y los demás?_ preguntó ella incorporándose en
la toalla.
_Se han ido a comprar algo para comer. Sólo estamos tú y yo.
Carla se puso nerviosa, y Gael lo notó, pero aquello le
gustaba. Así era como siempre conseguía camelarse a las chicas que eran un poco
tímidas. Aunque no podía hacer nada con ella, le gustaba a Mario. Pero
entonces, ¿qué estaba intentando hacer? Se dio cuenta de su error y se echó en
la toalla cerrando los ojos, intentando ignorar que Carla estaba a su lado.
Ella seguía nerviosa, pero sentía la necesidad de hablar con él, más bien de
discutir con él. ¿De qué iba? La despertaba, y después la ignoraba.
_¿Qué pasa? ¿No me vas a hablar?
Gael abrió el ojo izquierdo y sonrió. Después lo volvió a
cerrar, y le respondió.
_¿Qué quieres que te diga?
_No sé, primero me despiertas, y ahora me ignoras.
_¿Qué pasa? ¿Necesitas que todo el mundo esté pendiente de
ti?
Carla gruñó, y enfadada se levantó y empezó a recoger sus
cosas. Gael la miraba divertido. Sabía que eso la molestaría aun más. Era una
chica muy previsible, y eso le encantaba. Cuando terminó de recoger todo, se
colgó su mochila violeta en los hombros, y se quedó parada delante de la toalla
de Inés, en la que estaba echado Gael.
_Me voy.
_Vale_dijo él aparentando indiferencia.
_Pues muy bien.
Carla salió del recinto llena de ira e insultando a Gael en voz baja. Nunca nadie la había hecho
enfadar tanto desde hacía mucho tiempo. ¿Pero qué se había creído aquel tío?
Con lo simpático que le había parecido la tarde anterior…Incluso había pensado
que le podría llegar a gustar, pero en ese momento se olvidó de todo aquello.
Nunca más volvería a verle ni a hablar con él, pero no sabía lo equivocada que
estaba.
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