martes, 12 de junio de 2012

Capítulo cuatro.


La habitación de Katia no se había cambiado desde que ella tenía diez años. Seguía con sus paredes pintadas de rosa pálido, con el tocador con el que de pequeña jugaba a las peluqueras,  con los muebles blancos que ya estaban algo deteriorados debido al paso del tiempo, y con su pequeña cama cubierta de peluches. Había crecido, había madurado, pero no quería cambiar todo aquello. Le gustaba, y le traía bonitos recuerdos. Gael siempre se reía de todos los peluches que tenía cuando entraba sigilosamente en su habitación por la ventana. Pero eso era al principio de sus…encuentros. Hacía mucho tiempo que no se pasaba por allí.
Inés se miraba en el espejo del tocador mientras se pintaba la raya del ojo con un lápiz negro. Katia sacaba del armario distintas faldas para que su amiga le ayudase a decidirse por una.

_Lo que no entiendo es por qué le has dicho a la mocosa esa que viniera con nosotros a la piscina_ dijo Katia molesta mientras le enseñaba la falda roja de volantes_. ¿Esta?
_No queda del todo bien con la camiseta_ respondió Inés observando la camiseta de tirantes azul celeste que Katia había colocado antes encima de la cama, al lado de Gruñón y de Bobi. Siguió mirándose en el espejo y comenzó a maquillarse el ojo derecho_ ¿Por qué te molesta? Acaba de llegar al pueblo, y no conoce a nadie. Imagínate lo que debe ser estar sola aquí un mes.

Katia gruñó, y le enseñó una falda vaquera.

_Demasiado simple. No me has contestado. ¿Por qué te molesta? Estás celosa, ¿verdad?
_Tú lo has dicho, puede llegar una loba y quitármelo.
_Pero Carla no es ninguna loba. Ya has visto hoy, se ha ido y ha dejado a Gael solo. Si quisiera algo con él, habría aprovechado ese tiempo a solas.

Katia recordó aquel momento. Cuando habían llegado de comprar, Gael estaba tumbado en la toalla, sonriente como siempre, y cuando le preguntaron por Carla, simplemente dijo que se había ido ya. Tal vez Inés tuviera razón, y ninguno de los dos mostrara interés por el otro. También, recordó la insistencia de Inés por ir a comprar aquellos donuts, y la negativa de Gael a la propuesta.

_No entiendo por qué te empeñaste en ir a comprar. ¿Querías dejarlos a solas?_ dijo buscando más faldas en su armario.
_Vamos, tía. No seas tan desconfiada. Sólo tenía hambre. No tengo la culpa de que Gael se hubiera querido quedar allí_ Inés guardó el maquillaje de Katia en el estuche y se sentó en la silla del tocador_. Además, no le des más vueltas, Mario está loco por ella, y Gael nunca tocaría a la chica de su amigo.

A Katia le tranquilizó aquello. Inés tenía razón, Gael nunca tendría nada con Carla, al menos por respeto a Mario. Sujetó con la mano derecha una falda blanca de tablas y se la enseñó a Inés.

_Joder, tía. Tú no tienes gusto.
_Bueno, búscame tú algo, ya que vas tanto a la moda_ dijo Katia algo molesta.

Inés resopló y sacó un vestido rojo muy corto del armario. A Inés le encantaba la ropa que llamaba la atención. Katia era mucho más reservada; sacudió la cabeza, y buscó algo más apropiado. Finalmente, se decidió por un vestido de flores que sólo se había puesto una noche.


A la misma hora, en otro lugar…

Jaime abrió la puerta de la casa ante la insistencia del timbre. Delante de él, estaba un joven de unos veinte años de cabellos castaños. Llevaba un polo azul marino de manga corta y unos vaqueros. Jaime se sorprendió al encontrarse con aquel desconocido en la puerta de su casa.

_Buenas noches, señor. Aquí vive Carla, ¿verdad?
_Sí…_ dijo con desconfianza._ ¿Quién eres?
_Soy Mario. Un…bueno, un amigo.

Jaime no dijo nada más, y llamó a su hija gritando, mientras seguía observando de arriba abajo a aquel joven que preguntaba por su hija. Sólo llevaban allí dos días, demasiado pronto para tener amigos. Jaime sacudió la cabeza y volvió a entrar en el salón en cuanto su hija llegó a la puerta.

_¡Mario!_ Carla se sorprendió al verle._ ¿Cómo sabes dónde vivo?
_Bueno, ayer dijiste que vivías en una casa verde y que tenías un Ford Focus, así que…

Carla observó el Ford Focus aparcado delante de la casa, y recordó la conversación del día anterior. Mario tenía razón, sí lo había contado.

_¡Vaya! Eres muy observador.
_Bueno…_Mario se sonrojó._ Hoy vamos a salir de noche, y me preguntaba si querrías venir.
_Oh, sí, me lo ha dicho Inés esta mañana, pero no creo…

Carla sabía a quién se iba a encontrar si salía aquella noche. Su mal humor se había desvanecido en las últimas horas, y no quería que aumentara otra vez. No quería volver a ver a aquel idiota que le sacaba de quicio.

_¡Vamos! Nos lo pasaremos muy bien.
_No, de verdad que no…
_¿Tienes algo mejor que hacer hoy?

La verdad es que no tenía nada mejor que hacer. Un libro  que aún no había empezado le esperaba en la mesita de noche, pero podía leerlo otro día.

_ Te paso a buscar a las diez_ el  tono de Mario dejaba claro que no iba a aceptar un “No” por respuesta
_Pero Mario, yo no…
_No quiero insistir más. ¡Nos vemos a las 10!

Sonrió y se alejó de la puerta sin decir nada más. Carla suspiró y entró en casa. Su padre la miraba con alguna duda que necesitaba ser resuelta.

_¿Quién es ese chico, Carla?
_Sólo es una amigo, papá.

Jaime resopló y se sentó en el sofá,. Volvió a encender el televisor para ver la película que había captado toda su atención antes de que el “amigo” de su hija llamara a la puerta.

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