La
habitación de Katia no se había cambiado desde que ella tenía diez años. Seguía
con sus paredes pintadas de rosa pálido, con el tocador con el que de pequeña
jugaba a las peluqueras, con los muebles
blancos que ya estaban algo deteriorados debido al paso del tiempo, y con su
pequeña cama cubierta de peluches. Había crecido, había madurado, pero no
quería cambiar todo aquello. Le gustaba, y le traía bonitos recuerdos. Gael
siempre se reía de todos los peluches que tenía cuando entraba sigilosamente en
su habitación por la ventana. Pero eso era al principio de sus…encuentros. Hacía
mucho tiempo que no se pasaba por allí.
Inés se
miraba en el espejo del tocador mientras se pintaba la raya del ojo con un
lápiz negro. Katia sacaba del armario distintas faldas para que su amiga le
ayudase a decidirse por una.
_Lo que no
entiendo es por qué le has dicho a la mocosa esa que viniera con nosotros a la piscina_
dijo Katia molesta mientras le enseñaba la falda roja de volantes_. ¿Esta?
_No queda del todo bien con la camiseta_ respondió Inés
observando la camiseta de tirantes azul celeste que Katia había colocado antes
encima de la cama, al lado de Gruñón y de Bobi. Siguió mirándose en el espejo y
comenzó a maquillarse el ojo derecho_ ¿Por qué te molesta? Acaba de llegar al
pueblo, y no conoce a nadie. Imagínate lo que debe ser estar sola aquí un mes.
Katia gruñó, y le enseñó una falda vaquera.
_Demasiado simple. No me has contestado. ¿Por qué te molesta?
Estás celosa, ¿verdad?
_Tú lo has dicho, puede llegar una loba y quitármelo.
_Pero Carla no es ninguna loba. Ya has visto hoy, se ha ido
y ha dejado a Gael solo. Si quisiera algo con él, habría aprovechado ese
tiempo a solas.
Katia recordó aquel momento. Cuando habían llegado de
comprar, Gael estaba tumbado en la toalla, sonriente como siempre, y cuando le
preguntaron por Carla, simplemente dijo que se había ido ya. Tal vez Inés tuviera
razón, y ninguno de los dos mostrara interés por el otro. También, recordó la
insistencia de Inés por ir a comprar aquellos donuts, y la negativa de Gael a
la propuesta.
_No entiendo por qué te empeñaste en ir a comprar. ¿Querías
dejarlos a solas?_ dijo buscando más faldas en su armario.
_Vamos, tía. No seas tan desconfiada. Sólo tenía hambre. No
tengo la culpa de que Gael se hubiera querido quedar allí_ Inés guardó el
maquillaje de Katia en el estuche y se sentó en la silla del tocador_. Además,
no le des más vueltas, Mario está loco por ella, y Gael nunca tocaría a la
chica de su amigo.
A Katia le tranquilizó aquello. Inés tenía razón, Gael nunca
tendría nada con Carla, al menos por respeto a Mario. Sujetó con la mano
derecha una falda blanca de tablas y se la enseñó a Inés.
_Joder, tía. Tú no tienes gusto.
_Bueno, búscame tú algo, ya que vas tanto a la moda_ dijo
Katia algo molesta.
Inés resopló y sacó un vestido rojo muy corto del armario. A
Inés le encantaba la ropa que llamaba la atención. Katia era mucho más
reservada; sacudió la cabeza, y buscó algo más apropiado. Finalmente, se decidió
por un vestido de flores que sólo se había puesto una noche.
A la misma hora, en
otro lugar…
Jaime abrió la puerta de la casa ante la insistencia del
timbre. Delante de él, estaba un joven de unos veinte años de cabellos castaños.
Llevaba un polo azul marino de manga corta y unos vaqueros. Jaime se sorprendió
al encontrarse con aquel desconocido en la puerta de su casa.
_Buenas noches, señor. Aquí vive Carla, ¿verdad?
_Sí…_ dijo con desconfianza._ ¿Quién eres?
_Soy Mario. Un…bueno, un amigo.
Jaime no dijo nada más, y llamó a su hija gritando, mientras
seguía observando de arriba abajo a aquel joven que preguntaba por su hija.
Sólo llevaban allí dos días, demasiado pronto para tener amigos. Jaime sacudió
la cabeza y volvió a entrar en el salón en cuanto su hija llegó a la puerta.
_¡Mario!_ Carla se sorprendió al verle._ ¿Cómo sabes dónde
vivo?
_Bueno, ayer dijiste que vivías en una casa verde y que
tenías un Ford Focus, así que…
Carla observó el Ford Focus aparcado delante de la casa, y
recordó la conversación del día anterior. Mario tenía razón, sí lo había
contado.
_¡Vaya! Eres muy observador.
_Bueno…_Mario se sonrojó._ Hoy vamos a salir de noche, y me
preguntaba si querrías venir.
_Oh, sí, me lo ha dicho Inés esta mañana, pero no creo…
Carla sabía a quién se iba a encontrar si salía aquella
noche. Su mal humor se había desvanecido en las últimas horas, y no quería que
aumentara otra vez. No quería volver a ver a aquel idiota que le sacaba de
quicio.
_¡Vamos! Nos lo pasaremos muy bien.
_No, de verdad que no…
_¿Tienes algo mejor que hacer hoy?
La verdad es que no tenía nada mejor que hacer. Un
libro que aún no había empezado le
esperaba en la mesita de noche, pero podía leerlo otro día.
_ Te paso a buscar a las diez_ el tono de Mario dejaba claro que no iba a
aceptar un “No” por respuesta
_Pero Mario, yo no…
_No quiero insistir más. ¡Nos vemos a las 10!
Sonrió y se alejó de la puerta sin decir nada más. Carla
suspiró y entró en casa. Su padre la miraba con alguna duda que necesitaba ser
resuelta.
_¿Quién es ese chico, Carla?
_Sólo es una amigo, papá.
Jaime resopló y se sentó en el sofá,. Volvió a encender el
televisor para ver la película que había captado toda su atención antes de que
el “amigo” de su hija llamara a la puerta.
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