viernes, 15 de junio de 2012

Capítulo nueve.


Mario la empujó contra la pared del pasillo, y la acorraló con sus brazos. Ella se sorprendió por aquel movimiento de pasión, pero le siguió el juego enseguida. Mario comenzó a lamer su cuello, mientras ella mordía el lóbulo de su oreja. Él palpó su piel por debajo de su camiseta, mientras la besaba dulcemente en los labios. El beso se hacía más apasionado a medida que sus manos llegaban al borde del sujetador; después comenzó a tocar sus pechos. Los dos gimieron de placer. Las camisetas de ambos pronto aparecieron en el suelo. Él agarró el trasero de ella con las manos, primero por encima de su falda azul turquesa, y después por debajo. Después la desabotonó y cayó debajo de sus pies. Se siguieron besando a medida que se movían y subían las escaleras hasta llegar al dormitorio de Mario. Carla ni siquiera observó aquel lugar en el que nunca había estado, y se dejó tirar por Mario en la colcha de terciopelo que cubría la cama. Mario se echó encima de ella y comenzó a lamer su pecho, mientras intentaba encontrar el cierre del sujetador. Ella lo abrió y lanzó el sujetador negro al suelo. Él volvió a lamer sus pechos, más detenidamente, dando pequeños mordiscos en sus pezones mientras ella gemía por la combinación de aquel dolor y placer. Sin pensarlo dos veces, ella desabotonó sus vaqueros, mientras él la ayudaba a quitárselos, quedándose solo con unos bóxer de color verde. Pronto, cambiaron la postura, situándose ella arriba y él abajo. Ella comenzó a montar a horcajadas sobre él, mientras los dos se mordían su labio inferior en señal de placer. Ella comenzó a lamer su cuello, hasta llegar al borde de los calzoncillos. Levantó con sus dedos la goma elástica, y su lengua comenzó a explorar aquel territorio desconocido. Se sorprendió a si misma al quitarle los bóxer y arrojarlos al suelo, al lado de su sujetador. Tocó su pene erecto con suaves movimientos de arriba-abajo, mientras introducía su lengua en su boca.
Y en aquel mismo instante, comenzó a sonar el móvil de Mario.

Unos minutos antes en otro lugar…

Carla había ido a ver a Mario, y aquella tarde los padres de Mario se iban a Alicante a comprar una nueva estantería para el salón. Al menos eso fue lo que él le había contado el día anterior. ¿Mario tendría la intención de acostarse con ella aquella misma tarde? Bueno, tal vez, pero Carla no se dejaría. Al menos eso creía Gael. No la conocía mucho, pero era muy transparente, no era la clase de mujer que se acostaría con un chico al día siguiente de besarlo por primera vez. ¿O tal vez sí? Aquellas dudas atormentaban a Gael, quien todavía se preguntaba el motivo de aquel sentimiento  que había comenzado a desatarse en su interior. Y si se la tiraba, ¿qué? Tampoco pasaba nada. Había muchas otras chicas por el mundo. ¿Por qué justamente se había tenido que encaprichar de Carla? La respuesta la escuchó enseguida en sus pensamientos: porque no la podía tener. No la podía tener porque Mario era su mejor amigo y no lo podía traicionar, y menos por aquella chiquillada. Lo más probable, dado su historial, era que se la tirara y después se olvidara de ella, y entonces se arrepentiría de haberle fallado a su amigo por aquella tontería. ¿O no era una tontería? ¿Carla significa más para él que eso? La respuesta esta vez  también llegó de manera clara y rápida a su cabeza: sí. ¿Por qué? Eso ya no lo sabía, pero con Carla no quería follar una sola vez, con Carla quería hacer el amor cada noche, hacerla enfadar y después pedirle perdón. Eso era lo que quería.
Sin pensar más, cogió su móvil y buscó en la agenda el número de Mario. Pulsó el botón verde y esperó a que sonaran cinco toques, después saltó el buzón de voz. Volvió a hacer la misma operación y el resultado fue el mismo. Con pocas esperanzas, lo intentó una última vez.

_¿Qué?_gritó Mario al otro lado de la línea.

Sus dudas se resolvieron en aquel instante. Si Mario había contestado así, significaba que estaba ocupado, y si estaba ocupado era porque…No, no quería imaginarlo. Debía pensar rápido. Debía encontrar una excusa para que no pasara lo que iba a pasar.

_Hola tío. ¿Nos podemos ver ahora?
_¿Ahora?_ repitió Mario con un tono de voz más alto.
_Sí, es que tengo que hablar contigo.
_Bueno Gael pues hablamos otro día. Ahora estoy ocupado… Te tengo que dejar…
_¡No! ¡Espera! Es importante.
_¿Qué pasó?_Mario comenzó a preocuparse.
_Me siento muy mal por lo de Katia_ fue lo primero que se le ocurrió decir_ Creo que debería arreglarlo con ella.

¿Gael preocupado por una chica? Mario no daba crédito a lo que estaba escuchando. Pensó realmente en ir, pero giró la cabeza y vio a una chica sin sujetador esperándole en la cama.
_¿No lo podemos hablar mañana?
_No, por favor. Ahora.
_Está bien. Voy ahora a tu casa_ suspiró Mario.
_Muchas gracias Mario.

Gael colgó y pronto comenzó a sentirse como una rata miserable. Había mentido a su mejor amigo para que no se acostara con la chica que a él le gustaba. Había puesto como excusa a Katia para evitar lo que él no podía ni imaginar. Sí, definitivamente Carla era alguien importante para él, alguien que le había convertido en un ser egoísta y mentiroso.



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