martes, 19 de junio de 2012

Capítulo doce.


_Tú dirás tío.

Mario estaba algo confundido. Aquella llegada de Gael tan inesperada, verle tan serio… Ese “Tenemos que hablar”, lo que siempre se dice cuando hay que dar una mala noticia, o cuando dejas a alguien. A Mario le tranquilizó que nadie le fuera a dejar, pero entonces, ¿qué mala noticia tendría que darle su mejor amigo? Mario se sentó en otro sillón, y se giró hacia él para escucharle con toda su atención. Gael intentaba encontrar las primeras palabras; no sabía si ir directo al grano, o si decirlo con muchos rodeos.

_Te he mentido, Mario_ decidió quedarse con la primera opción.
_¿Me has mentido? ¿Respecto a qué?_ Mario se extrañó de que lo que le tuviera que decir fuera aquello. Pensó que probablemente la mentira apenas tendría importancia, pero pronto comprobó que se equivocaba.
_Ayer no estaba mal por Katia. Todo lo que te dije ayer no era verdad.
_¿Pero cómo que no? ¿Por qué?

Mario no entendía nada. ¿Por qué le iba a mentir sobre sus sentimientos? Siempre habían sido sinceros el uno con el otro. En ese instante recordó aquella mañana en la que había ido a visitar a Katia al trabajo. Mierda. Le había contado una mentira también a ella, pero no a propósito, desde luego.

_Lo hice porque sabía que estabas con Carla, y no quería que te acostaras con ella

Gael dijo aquella frase sin mirarle a la cara. Observaba los numerosos círculos dibujados en la alfombra. Mario se levantó del sillón y dio unos pequeños pasos antes de situarse delante de Gael. Éste se levantó también, quería hablar con Mario a la misma altura, aunque en ese momento sintió que no le llegaba ni a la suela de los zapatos. Mario le miró a los ojos, y Gael también lo hizo. Para este último, aquello fue peor que recibir mil insultos. Le había fallado. Le había traicionado ¿Cómo había podido hacerlo? ¿No le iba a decir nada? ¿No le iba a insultar? ¿No le iba a pegar? ¿No iban a discutir?

_ Nunca pensé que llegaras a ser tan egoísta y mentiroso_ dijo casi en un susurro.
_Lo sé. Yo tampoco pensé nunca que pudiera hacer esto. Estoy muy arrepentido.

Mario observó los ojos de Gael. Decían la verdad, no como la tarde anterior. Mario dio unos paseos por la habitación, y volvió a mirar a su amigo, aunque en aquel momento, ni siquiera sabía si era su amigo.

_¿Por qué lo has hecho?

Mario formuló aquella pregunta, pero creía adivinar la respuesta.

_Me gusta Carla.

Sí, Mario no se había equivocado.

_Te gusta Carla…Ya.
_¿Qué quieres decir con ese “ya”?
_Nada. Sólo que vaya casualidad, ¿no? Toda la vida te has quedado tú con las chicas. A mí nunca me han mirado, excepto para preguntarte tu nombre. Y ahora, que al fin estoy con alguien que merece la pena, a ti te gusta. ¿No te parece una casualidad? Eres un caprichoso, Gael. Sólo quieres lo que no tienes.

Gael agachó la cabeza. Mario tenía razón en todo lo que había dicho. No tenía excusa. Se había comportado como una persona egoísta y caprichosa, como lo haría un mal amigo. Se aproximó a Mario. Tenía que pedirle perdón. Tenía que decirle que sabía que lo había hecho mal, y que no lo volvería a hacer.

_Mario. Lo siento muchísimo, de verdad. No me siento nada bien con todo lo que hecho. Y si pudiera volver atrás, no lo volvería hacer. Sigues siendo mi mejor amigo, y entiendo que no confíes en mí ya, pero por favor, intenta perdonarme. Me comporté muy mal. No sé tío, me entraron celos, no lo pude evitar. Fue un impulso. Sé que no es excusa pero…

Gael no sabía qué mas decir. Mario observaba aquellos ojos verdes que pedían perdón, pero él no quería ni podía perdonarle, ni siquiera le había dado tiempo a asimilar todo lo que se había hablado en aquella salita. Necesitaba tiempo para pensar. No estaba bien tomar las decisiones en caliente. Necesitaba ver las cosas desde lejos, y pensarlas en frío. Sí, eso era lo que necesitaba.

_Gael, déjame solo, por favor. Necesito pensar.

Gael asintió, y sin decir nada, salió de la casa de Mario.

Unas horas más tarde, en otro lugar…

Carla había llegado a casa después de pasar un día en Alicante con sus padres. Habían comprado varios recuerdos para llevar a su familia y amigos de Asturias, y ella se había comprado un conjunto de ropa interior en Women’ Secret. Necesitaba algo nuevo y bonito para su siguiente encuentro con Mario, sólo por si acaso. Le temblaron las piernas sólo de pensarlo, y sonrió. Observó su móvil conectado al cargador en uno de los enchufes de su dormitorio. La batería estaba cargada así que lo desenchufó. Tenía un mensaje, de Mario.

“Hola Carla. Mañana tampoco podemos vernos. Me ha surgido un compromiso. Ya te llamaré”

Se lo había enviado a las 19:30 horas. Carla se llevó una decepción al leerlo. Además, le notaba algo extraño, aunque eso en un mensaje tampoco se podía saber con certeza. Pero normalmente, era mucho más cariñoso con sus mensajes. Siempre se despedía con “Un beso princesa”, o saludaba con “Hola cielo”. Sin embargo, aquel mensaje había sido mucho más frío.
Se tumbó en la cama, y encendió su Ipod. Sonaba “Otro día más sin verte” de Jon Secada. “Vaya, qué bien me viene esto” pensó Carla. Mientras escuchaba aquella letra, comenzó a pensar en lo que Mario realmente significaba para ella. ¿Era amor o sólo atracción? Sin duda, sentía mucha atracción sexual hacia él, pero había algo más. Él le gustaba, se sentía muy bien cuando estaban juntos. “Ya me es imposible soportar otro día más sin verte. Ven, dame una razón…”  En ese momento, pensó en cuál sería el compromiso que le había surgido a Mario. Tal vez fuera otra chica. Pensó que se sentiría incómoda ante aquella idea como le había pasado en otras ocasiones cuando estaba con algún chico, pero esa vez no fue así. No sintió nada, y entonces se dio cuenta de que aquello no era amor.

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