lunes, 30 de julio de 2012

Capítulo veintiuno.


“Eleanor rigby” no paraba de sonar. Carla, todavía algo dormida, buscó el despertador con las manos y observó la hora. ¡Las seis y media de la mañana! ¿Quién le llamaba a esas horas? Descolgó el móvil sin ni siquiera mirar quien la llamaba y respondió algo enfadada por haber interrumpido su sueño.

_¿Qué?
_Carla.

Aquella voz. Esa voz que había escuchado el día anterior. Era él. Se avergonzó al haberle respondido así. Ni siquiera había asimilado lo ocurrido en la piscina y lo de después de la piscina.

_Ah, eres tú_ dijo sonriendo algo sonrojada.
_Sí, soy yo. Quiero pasar el día contigo.
_¿El día entero?
_Sí, entero. Desayunaremos, comeremos y cenaremos. A las doce te dejo en casa. ¿Qué te parece?
_Pues me parece algo raro_ se rió._  Pero vale, acepto.
_¿Te paso a buscar en una hora?
_Vale. ¿A dónde vamos a ir? Lo digo por la ropa…
_Mmm… Será mejor que lleves una mochila con ropa de recambio.
_¿Ropa de recambio? ¿Pero qué vamos a hacer?
_Es una sorpresa.
_No me gustan las sorpresas.
_Ésta te gustará.
_¿Cómo lo sabes?
_Porque lo sé. Te recojo en una hora. Adiós Carla.

Gael colgó sin que a Carla le diera tiempo a despedirse. ¿Qué sorpresa le daría? ¿Querría bañarse otra vez en la piscina? ¿O tal vez en la cala? Si fuera así, lo de la ropa de recambio tendría bastante sentido. Fue al baño y se lavó la cara.  Era una buena idea pasar un día juntos, pero ¿no podía ser un poquito más tarde? Se dio una ducha rápida y bajó a desayunar. Sus padres obviamente aún no se habían levantado. Hizo café, y se lo sirvió en una taza. Café y croissant, el desayuno de todas las mañanas. Cuando masticó el último trozo, recordó que Gael le había dicho que desayunarían juntos. ¿Hablaría en serio? ¿O lo diría por decir? De todas formas, ya no había vuelto atrás, ya se había tomado su comida matutina. Subió al dormitorio y buscó algo apropiado para ponerse. Se decidió por un top blanco y unos shorts vaqueros. Después, metió en su mochila lila una camiseta verde pistacho y unos pantalones negros. También metió la cartera, el móvil y las llaves de casa. No quería que le pasara como la última vez. Observó la hora. Las siete y cuarto. Aún le quedaban quince minutos para maquillarse, arreglarse un poco el pelo, y dejarle una nota a sus padres para decirles que volvería de noche. No podía explicarles nada más porque ni siquiera ella sabía que iba a hacer. Dos golpes secos en la puerta. Carla la abrió, ya sabía quién era. Allí le esperaba él, con su sonrisa de siempre.

_¿Estás lista?
_Sí.

Y dicho esto, se puso la mochila en los hombros y salió de casa. Se llevó una sorpresa cuando vio un Seat León azul aparcado al lado del coche de sus padres. Gael sacó unas llaves de su bolsillo y abrió el coche. Carla no se lo podía creer. ¿Desde cuándo Gael tenía coche? No le había comentado nada.

_¿Es tuyo?
_No, de mis padres. Pero tranquila que tengo carnet_ contestó guiñando un ojo.

Carla se subió en el asiento de copiloto y Gael arrancó el coche. Salieron del pueblo, y empezaron a subir por una carretera con muchas curvas. Gael conducía realmente bien, a la velocidad indicada, con precaución, como a ella le gustaba. Odiaba a los chicos que se hacían los duritos conduciendo a velocidades excesivamente altas por la ciudad. Estuvieron en el coche unos veinte minutos. Después, Gael aparcó en un área de descanso. Carla no tenía ni idea de en qué sitio estaban. Los dos se bajaron, y Gael le pidió que cerrara los ojos.

_¿Por qué?
_Porque es más divertido así.

Sacó unas bolsas del maletero y después de recordarle a Carla que tenía que seguir con los ojos cerrados, la cogió de la mano. Subieron una cuesta empinada, y al llegar a una superficie llana, la soltó. Sacó de una bolsa un mantel y lo estiró sobre el cemento. Después, comenzó a sacar cosas de las bolsas.

_¿Puedo abrirlos ya?
_No, espera un segundo.

Gael colocó las últimas cosas y después rodeó con los brazos la cintura de Carla. Ella sonrió al sentirlo tan cerca. Gael la llevó hasta donde quería que fuera, y cuando ya estaba en la posición correcta, le pidió que abriera los ojos.

_Ya puedes.

El sol. Miles de casitas abajo. El mar. Estaba amaneciendo. Carla nunca se había levantado tan temprano para observar aquella bella escena. Se dio la vuelta y le miró a los ojos .Todavía estaba emocionada  por aquellas vistas.

_Es precioso.
_¿Te gusta? Sé que te ha costado madrugar, pero merecía la pena, ¿no?

Carla asintió. No podía parar de sonreír.

_Y aún no has visto lo mejor de todo… ¡Tachan!_ dijo señalando con las manos lo que acababa de preparar.

La sorpresa  de Carla aumentó al ver la cantidad de comida que Gael había colocado en el suelo  sobre un mantel de cuadros. Había bollos, donuts, zumo, café, galletas… Gael la invitó a sentarse, y ésta lo hizo, todavía sin creerse lo que estaba pasando.

_Espero que no hayas desayunado ya…_ dijo mientras servía en un vaso de plástico café del termo.

Carla se rió. Sí que había desayunado, pero no le importaba desayunar dos veces con todo lo que aquel chico había montado para ella.

_Supongo que eso es un sí, pero espero que comas algo.

Carla asintió y cogió un bollo de chocolate. Le encantaba el chocolate y toda la comida que lo tuviera, aunque procuraba no abusar de este tipo de alimentos. No se podía creer que el mismo chico que unos días antes la había hecho sacar tanto de quicio, le hubiera organizado aquel desayuno para disfrutar de él observando el amanecer. Le había hecho madrugar, y eso era algo que odiaba, pero había merecido la pena. No solo por la comida y el paisaje, sino por estar con él, por su presencia.

_¿Sabes? El desayuno es mi comida preferida_ comentó Gael mientras mojaba una galleta en el café._ Desayunaría a todas horas.

Carla se rió al escuchar aquello. Se imaginaba a Gael comiendo todo aquello por la mañana, al mediodía y por la noche. Si así fuera, sus seductores abdominales serían muy difíciles de mantener.

_¿De qué te ríes? ¿A ti no te gusta desayunar?
_Claro que me gusta. Pero no se puede abusar de bollos, galletas, y todo esto.
_Tonterías. ¿Por qué no se puede abusar de algo que está rico?
_Porque si lo comes siempre, terminará por no gustarte.
_ Entonces a ti tampoco te puedo comer siempre, ¿no?_ Gael sonrió pícaro.
_¿Cómo?_ Carla se sonrojó. No le había podido entender bien.
_Que si me gustas y estoy contigo a todas horas al final me dejarás de gustar. Es tu teoría, ¿no?
_Pero, ¿qué tiene que ver? ¡Estábamos hablando de comida!_ Carla subió el tono, no le había gustado nada aquel ejemplo de su teoría.
_Se puede aplicar perfectamente a una relación. ¿Nunca has oído eso de que si comes todos los días carne, un día te aburrirás y te apetecerá probar otros platos? No sé, unos macarrones por ejemplo.

¿Pero qué le estaba diciendo? ¿Qué ya quería estar con otras? ¡Si no llevaban nada juntos! Carla no daba crédito a lo que estaba escuchando. Gael le había hecho pasar una noche mágica, le había regalado aquel desayuno al amanecer, y después le decía que le gustaría probar a otras mujeres porque un día se cansaría de ella. ¡Si ni siquiera eran novios para decirle eso! ¿O tal vez sí? Decidió no comentar nada y le dio otro mordisco a su bollo.

_Estás picada.

La sonrisa de Gael no desaparecía de su rostro. Solamente había dicho aquello porque sabía cuál iba a ser su reacción. Estaba tan guapa cuando se enfadaba.

_No estoy picada_ contestó Carla después de beber un poco de café.
_Uy, sí que lo estás.
_No, no lo estoy.
_Y ahora te estás picando más. Eres tan tonta.

Y después de decir esto, se aproximó a ella, mezclando en un beso el aroma a café y el sabor a chocolate. Al separarse, Carla todavía no había abierto los ojos. Unos segundos antes estaban discutiendo, y después le había dejado probar el mejor de los sabores. Gael le acarició el cabello, y le susurró algo al óido.

_Eres muy tonta, y no sabes cuánto me gusta.

Y antes de que Carla pudiera quejarse, volvió a besarla. Pero este beso fue más largo y más intenso, y sobre todo, el más romántico que nunca antes habían tenido ninguno de los dos.

martes, 10 de julio de 2012

Capítulo veinte.


Dos matrimonios conversaban en una mesa de salón. Ya habían finalizado la última partida a la brisca. Había ganado la pareja más joven. Uno de los maridos le ofreció al otro un cigarro, pero éste lo rechazó.

_Si fumara  no podría predicar con el ejemplo.

Los dos sonrieron y las mujeres también. Se habían conocido dos días antes en la cala del pueblo. Primero comenzaron a hablar de temas intrascendentes y acabaron contándose muchas cosas de su vida. La mujer de cabello negro había invitado a la pareja a una partida de cartas en su casa, y éstos aceptaron. Pero no todo iba a ser jugar a la brisca.

_Bueno, ya que no fumas… Un whisky si, ¿no?
_Eso sí.
_¿Vosotras queréis algo?
_Si tienes un licorcito de melocotón…_dijo la mujer de cabello rubio teñido.
_Claro. Tú amor, ¿quieres algo?
_No, cielo.

A pesar de llevar juntos treinta años, se trataban con el mismo cariño de los primeros días. El hombre se dirigió al mueble bar. Sacó tres vasos y llenó dos de whisky y uno de licor de melocotón. Los llevó a la mesa y los sirvió a sus invitados.

_Mmmm, este licor está buenísimo_dijo la mujer después de tomar un trago.
_Sí, ¿verdad? Nosotros no somos muy de licores, bueno, ni de alcohol, pero para este tipo de días están bien.

La mujer afirmó con la cabeza y siguió bebiendo de su vaso.

_Así que tenéis dos hijos, ¿no?_ preguntó la mujer morena con una sonrisa.
_Sí, la parejita. ¿Vosotros?
_Nosotros sólo uno. Yo quería otro más pero Javier no quiso.
_¡Trabajábamos los dos! ¡No íbamos a poder con todo!_ se defendió el hombre.
_Tiene razón. Pero aún así… me encantan los niños. Aunque bueno, ahora de niño ya tiene poco…
_Te entiendo.  Los nuestros también están muy mayores. Uno ya en la universidad, y la otra de camino..
_Vaya… ¿y qué están estudiando?
_El mayor medicina, y bueno la pequeña aún no se ha matriculado en nada, así que...
_La pequeña va a empezar medicina también_ se apresuró a contestar su marido muy serio.
_Vaya…Se ve que esto de curar a la gente se lleva en la sangre, ¿no?
_Sí, la verdad es que sí_ contestó el hombre.
_Pues en nuestra familia ocurre todo lo contrario. Javier fisioterapeuta, yo profesora de matemáticas, y a nuestro hijo le ha dado por meterse en derecho.
_Hay de todas las ramas entonces_ dijo la otra mujer sonriendo.
_Pues sí.
_¿Cómo se llama vuestro hijo?
_Gael.

A muy pocos metros de allí…

_Todavía está encendida la luz del salón. Creo que hoy tenían una visita_ dijo Gael mientras observaba la ventana de su casa protegida por unas cortinas de color beige.
_¿Seguro que no quieres quedarte aquí ya?
_¿Estás loca? No te dejaría ir sola hasta tu casa.
_Como quieras. ¿Qué hora es? No he traído reloj.
_Sólo son las doce y media. Es temprano aún_ contestó después de sacar su móvil para comprobar la hora.

Habían pasado casi dos horas juntos en la piscina. A aquel primer beso, se le había unido un segundo, y un tercero… Pero no habían pasado de ahí. Los dos querían ir despacio. Dicen que las cosas con calma salen mejor, y Carla ya había ido demasiado deprisa la semana anterior. Gael había ido deprisa toda su vida, así que decidió que ese era el mejor momento para disfrutar de otro tipo de cosas. Lo demás podía esperar.
Siguieron caminando por la oscuridad de la noche. Los dos llevaban el pelo aún mojado, aunque el de Carla tardaría más en secarse. En cinco minutos llegaron a la casa de color verde. Carla observó que en ella no había luz. Sus padres no debían de haber llegado aún. Se aproximaron a la puerta, uno enfrente del otro.

_Pues ya hemos llegado.
_Sí. Mis padres no debieron llegar aún a casa.
_Mmm… ¿tienes miedo de estar tú sola? Si quieres entro contigo, eh.

Lo dijo riéndose, pero, ¿seguro que no hablaba en serio? Decidió tomárselo como una broma, y le sacó la lengua. La verdad es que se moría de ganas por estar con él dentro, con más intimidad. Pero le daba miedo volver a perder la cabeza y hacer sólo lo que deseaba su cuerpo. Era su primera vez, y siempre había querido que fuese  muy especial  y con la persona indicada. ¿Sería Gael el chico apropiado para hacerlo? Se acababan de besar por primera vez. Era demasiado temprano. Sí, eso estaba claro, no podía llegar hasta el final esa noche. Pero un primer contacto… ¿por qué no?
Él le sujetó la cabeza con las dos manos y le dio un beso dulce en los labios. Fue muy largo y suave. Pero no era como los besos que se había dado con Mario. Éstos eran más tiernos, más inocentes. Sin embargo, ella los disfrutó igual o más que con el otro chico. Al retirarse, suspiró, y Gael sonrió al verla. Por lo visto le había gustado el beso.

_La verdad es que tal vez sí que tenga un poco de miedo yo sola_ dijo avergonzada mientras se enredaba un mechón de pelo con los dedos.
_¿Lo dices en serio?
_Sí_ contestó muy sonrojada evitando encontrarse con su mirada.
_Pues entremos, entonces.

Carla se acercó más a la puerta y entonces se dio cuenta de algo que no recordaba. Se había dejado la chaqueta y el móvil en casa, ¡pero también las llaves! Volvió a mirar a Gael, el cual la observaba desconcertado al ver que no sacaba las llaves.

_Me he dejado las llaves en casa.
_¿De verdad?_ preguntó riéndose.
_Sí. Hoy se me ha olvidado todo dentro.
_Vaya… Y eso, ¿por qué? ¿Estabas nerviosa?
_Un poquito.
_¿Te pongo nerviosa yo?

Gael acarició las ondas de su cabello, y arrimó sus labios a su mejilla. Ella volvió a sentir la misma sensación que la última vez que le había hecho eso. ¿Por qué tenía que encantarle tanto? ¿Y por qué era tan capullo de hacerle eso? Hacía que se muriese de ganas de llegar más lejos.

_No_contestó susurrando.
_¿No? ¿Seguro?

Él le hablaba al oído, sonriendo. Sabía que aquello la excitaba. Era un poco cruel, porque no podían llegar a más, pero le gustaba ver como ella separaba los labios y cerraba los ojos en señal de placer.

_¿Qué vamos a hacer tú y yo hasta que tus padres lleguen?
_ No lo sé. ¿Qué quieres hacer?_ su voz sonaba entrecortada por la emoción que estaba sintiendo.
_Mmm… ¿Qué te parece si te doy el último beso en tu habitación?
_¿Cómo vas a hacer eso? Vuelvo a decirte que las llaves están dentro.
_Ay Carlita, Carlita, qué poco confías en mi.
_No me llames Carlita… ¿Qué quieres hacer?
_Ven.

La agarró de la mano y la llevó hasta la parte trasera de la casa. Le señaló con el dedo índice una ventana abierta. Era la de la habitación de sus padres.

_¿Cómo sabías que estaba abierta?
_No lo sabía. Pero había que comprobarlo, y hemos tenido suerte_ contestó con una de sus sonrisas encantadoras.
_¿Suerte? ¡No podemos subir hasta ahí!

No había tanta altura desde el suelo hasta la segunda planta, pero Carla siempre se había considerado patosa. Era la peor en la clase de educación física, por no enumerar todas las caídas que había tenido desde que era pequeñita.

_Muy fácil. No hay casi nada de altura entre esta planta y la de arriba. Yo subiré, y después te ayudaré a ti
_¿Y por qué no subes tú y me abres la puerta desde dentro?
_Porque hay que poner un poco de riesgo y emoción en la vida.

Y dicho esto, el joven se aproximó a la ventana de la cocina, que era justo la que estaba debajo de la habitación de sus padres. Una vez que estaba subido en el bordillo superior, estiró los brazos hasta encontrarse con el bordillo inferior de la ventana de arriba. Con todas sus fuerzas, impulsó todo su cuerpo hasta quedarse de rodillas frente al cristals. Lo había conseguido. Después, abrió completamente la ventana y se introdujo en la habitación.

_¡Venga! ¡Te toca a ti!
_Gael, yo no voy a subir ahí. ¡Ábreme desde dentro!_ gritó la chica desde abajo.
_No.
_¿Por qué?
_Porque puedes hacerlo.

Carla resopló y se aproximó a la fachada. ¿Por qué había salido con aquel chico? Hizo lo mismo que Gael, pero cuando llegó el momento de subirse a la ventana de la planta de arriba, no logró encontrar las fuerzas para subir todo su cuerpo. Gael tiró con fuerza de su mano, y con ese apoyo por fin pudo llegar arriba. Entró en el dormitorio de sus padres mientras observaba la sonrisa de satisfacción de Gael.

_No sé por qué sonríes tanto. Ha sido estúpido_ dijo jadeando. No estaba acostumbrada a hacer ese tipo de cosas.
_Vamos, no ha sido para tanto. Una anécdota que contar.

Carla hizo una mueca de desprecio y encendió la lámpara de la mesita de noche. Aquello estaba demasiado oscuro.

_¿Éste es el dormitorio de tus padres?_ preguntó mientras observaba la habitación.
_Sí.
_Es muy bonito.
_No está mal.

Gael se sentó encima de la cama y la agitó un poco.

_La cama es cómoda_ dijo guiñándole un ojo.

Aunque Carla era diferente, aunque por ella sintiera algo especial, no podía evitar gastar las mismas bromas pícaras de siempre. Le encantaría pasar aquella noche allí con ella, aunque no pasara nada, sólo dormir juntos, pero sus padres tendrían que llegar a casa tarde o temprano.

_Gael…
_¿Qué?
_No podemos ahora…

Gael se rió y se levantó. Le dio un beso en la frente.

_Sólo era una broma. Estamos bien así. Yo tampoco quiero hacer nada hoy.

Carla se alegró al escuchar aquello. Le dio un beso tierno en los labios. Después un abrazo. Un abrazo interrumpido por el sonido de una llave metida en una cerradura.

_¡Rápido! ¡Vete, vete!

Gael le dio un último beso en los labios y salió por la ventana. Carla observó cómo llegaba al suelo y se despedía con la mano. Después cerró la ventana y se fue sigilosamente a su habitación para que sus padres no la pillasen allí. Se desvistió y se puso el pijama. Una vez metida en la cama, pensó en lo loco que estaba aquel chico, y en lo loca que la estaba volviendo a ella también. Y sonriendo, se quedó dormida.

Capítulo diecinueve.


Ya habían pasado tres largos toques y Carla aún no lo cogía. Tal vez no lo hiciese, ni siquiera conocía el número que la llamaba. Mario le había dado el número de su móvil. Necesitaba verla, e ir a su casa no le pareció una buena idea porque se sentiría incómodo si estuvieran allí sus padres. Un quinto y último toque.

_¿Si?_ contestó algo confusa.
_¿Carla? Soy Gael.

Un pequeño silencio al otro lado de la línea. ¿Gael? ¿Cómo sabía su móvil? Y lo más importante, ¿qué quería?

_Ah, sí.
_¿Te apetece salir conmigo esta noche?
_¿Salir contigo?
_Sí, me apetece.

Carla no entendía nada pero le alegró escuchar aquello. Gael les había pillado esa misma mañana y por la noche le pedía salir, un poco raro, ¿no? Sí que le debía gustar. Tapó el móvil para que él no la escuchara, y soltó un pequeño grito tapándose la boca con uno de los cojines que estaban sobre su cama.

_¿Carla? ¿Estás ahí?
_Sí, sí. Está bien, quedemos.
_ Vale. Dentro de media hora en la plaza, ¿vale? ¿O prefieres que te pase a buscar?
_No. Mejor en la plaza.

No quería que su padre volviera a atosigarle a preguntas como hizo cuando Mario la había ido a buscar. Además, tan sólo eran las diez, y a esa hora en verano todavía no era de noche.

_Muy bien, allí nos vemos. Hasta luego Carla.
_Hasta luego.

Volvió a posar el móvil sobre la mesita de noche. Ahora venía lo difícil. Sólo tenía unos veinte minutos para prepararse, así que debía tomar decisiones rápidas. Abrió el armario y rápidamente sacó un vestido negro palabra de honor. Siempre le habían dicho que le sentaba como un guante. Después fue al baño; se pintó la raya del ojo y se echó un poco de brillo de labios. Se puso unas sandalias negras de tacón. Ya estaba lista. Ahora venía algo más difícil, ¿qué iba a decirle a sus padres? Bajó las escaleras de caracol, pero en el salón no estaban. Es verdad, lo había olvidado, sus padres le habían dicho que iban a casa de unos amigos a jugar a las cartas. Por lo visto, también habían hecho buenas migas con la gente del pueblo. Mucho mejor, vía libre para salir de casa. Pero antes decidió dejarles una nota en la que explicaba qué se iba a tomar algo con algunos amigos y amigas. Para los padres, siempre es mejor que su hija se vaya con varias personas que sola con un chico un poco más mayor que ella. La dejó encima de la mesa del comedor y salió de casa. No hacía nada de frío aquella noche y se alegró de ello porque con la emoción y las prisas había olvidado coger una chaqueta. ¡Ni siquiera llevaba dinero! ¡Ni móvil! ¿Y si él no aparecía? Ni siquiera podría llamarle para saber qué había pasado. Pero pronto comprobó que aquello no iba a pasar. Gael ya estaba sentado en un banco de la plaza esperándola. Además de guapo, puntual, ¿qué más se podía pedir? Llevaba una camiseta roja y unos vaqueros oscuros. Su sonrisa al verla llegar era más bonita a la luz de las farolas. Carla se aproximó y él se levantó. Llegaba la gran duda, ¿cómo se saludaban? Gael se decidió y le dio dos besos. Comenzaron a andar sin rumbo fijo.

_Me ha extrañado que me hayas llamado_ confesó Carla.
_Me lo puedo imaginar…
_ Siento mucho lo que has visto esta mañana. Fue… una tontería.
_Lo sé_ Gael la miró y sonrió_ Mario me lo ha contado.
_Sólo era atracción… Y ya se ha acabado.
_No hace falta que te justifiques, de verdad. Está olvidado.
_Vale.
_ ¿Sabes? La verdad es que yo pensaba que tú eras mucho más previsible, pero me ha sorprendido tu relación con Mario. Pensaba que te gustaban más las relaciones serias y todo eso.
_¡Y me gustan!

Sabía que le causaría una mala impresión a Gael, lo sabía. Ella normalmente no era así, pero no comprendía qué le había pasado. Sería el calor del mediterráneo. Quería que él tuviera claro que su forma de ser era otra muy diferente.

_De verdad que soy más de relaciones que de esto. Pero esta semana sentí cosas que nunca había sentido…Y no sé, me dejé llevar demasiado. Es algo que habitualmente me cuesta muchísimo.

Parecía sincera. Sin embargo, a Gael aún le molestaba que hubiera sentido aquella atracción por Mario. Se preguntó si por él sentiría la misma, o si sentiría algo. Él no buscaba sólo sexo en ella, pero no podía negar que era una de las partes más bonitas y sencillas de una relación. 
Quería dejar de hablar de lo que había pasado entre Mario y ella, así que se dispuso a comenzar el plan que había estado pensando desde que Mario abandonó su casa.

_Te voy a llevar a un sitio.
_ ¿A dónde?_ preguntó Carla ilusionada.
_ Ya lo verás.

Le regaló otra sonrisa , y se dirigieron a la parte más alta del pueblo. Carla ya había recorrido aquel camino el día que quedaron para ir a la piscina. Además, lo había hecho con la misma persona. Hacía unos días quería matarle por sus comentarios y en ese momento estaba allí, llena de ilusión por lo que pudiera pasar con aquel chico. Habían olvidado todo lo que había pasado la última semana, y simplemente disfrutaban de la presencia del otro en una de las primeras noches de julio. Volvían a llegar al mismo lugar de la última vez, sólo que en lugar de dirigirse a la puerta de entrada principal, llegaron a la puerta de los empleados.

_¿Qué hacemos aquí?
_Shh_ le cerró los labios con el dedo índice, y ella se estremeció. ¿Nunca te has dado un baño de noche?

Aquel chico estaba completamente loco. Pero le encantaba. Gael sacó una llave del bolsillo de su vaquero y la introdujo en la cerradura. La puerta fabricada con metal se abrió. Entraron en un lugar muy oscuro. Gael pulsó el interruptor que estaba al lado de la entrada, y se encendió una pequeña bombilla en el techo. En aquella habitación se encontraban flotadores, maguitos, planchas, materiales para limpiar la piscina…

_Aquí es por donde entro yo todas las mañanas.
_Vaya… Qué guay tener la llave.
_Sí, pero nunca he hecho esto. Tenemos la suerte de que las cámaras de seguridad están estropeadas desde hace una semana.
_¡Es verdad! ¡Las cámaras!
_No te preocupes, ahora no nos graba nadie.

Gael cogió un flotador azul gigante y salieron de allí. La piscina era mucho más bonita de noche iluminada por los focos. Además, que no hubiera nadie más tenía su encanto. Carla se sentó en el césped y observó cómo Gael se quitaba la camiseta. Menudo cuerpazo tenía.

_¿Qué haces ahí sentada? ¡Vamos a bañarnos!
_Me encantaría_ sonrió_ Pero no quiero llegar a casa mojada.
_Hay toallas donde estuvimos antes, no te preocupes.
_Me da vergüenza desnudarme_ dijo sonrojada.

Gael se aproximó a ella sonriendo y tiró de su brazo derecho hasta que se puso en pie. Le acarició suavemente los hombros.

_No voy a ver nada que no hubiera visto ya_ se rió pícaro.
_Capullo.

Fingió ofenderse, pero pronto le devolvió la sonrisa. Tenía que quitarse la ropa. No podía quedarse allí sentada después de que Gael la hubiera llevado hasta aquel lugar de noche. Aunque las cámaras de seguridad no funcionasen, se estaba jugando su puesto.
Gael se quitó los vaqueros y se quedó en bóxer. Después, se zambulló en la piscina. La miraba expectante desde el agua.

_¡Venga! El agua está buenísima.

Carla se dio por vencida. Se bajó la cremallera del vestido, y éste lentamente cayó en sus pies. Observó la ropa interior que llevaba. Era negra y el sujetador era uno de sus favoritos. Preferiría haber llevado el conjunto que había comprado unos días antes, pero podía haber sido peor.
Ella no se tiró, bajó por las escaleras adentrándose cada vez más en el agua. Estaba un poco fría. Finalmente, dejó caer todo su cuerpo y metió la cabeza bajo el agua. Su cabello volvió a aparecer completamente mojado. Gael pensó que los baños nocturnos le sentaban realmente bien a Carla, estaba guapísima. Nadó hasta el bordillo de la piscina y alcanzó el flotador que había cogido unos minutos antes. Después, lo arrojó al agua y le pidió a Carla que se metiese dentro. Ésta se negó al principio pero acabó cediendo. Gael la ayudó a echarse sobre él.

_Ahora sólo tienes que mirar hacia arriba.

Miles de estrellas los observaban aquella noche. Carla sonrió. Era realmente bonito. Gael también contemplaba el cielo desde el agua mientras apoyaba sus brazos en el flotador. Tal vez los apoyó demasiado, porque Carla acabó resbalandol y sumergiéndose en el agua.

_Lo has hecho a posta_ protestó.
_¿El qué?
_Me has tirado.
_Ha sido sin querer.
_Ha sido sin querer.

Imitó su voz en tono burlón pero ambos acabaron riéndose. Se aproximaron más, mucho más. Piel contra piel. Miradas expectantes, esperando algo que los dos querían pero que no llegaba. Pero finalmente, llegó. Y es que a toda la magia que desprendía aquella noche estrellada, se le unió la magia de un dulce primer beso.

lunes, 9 de julio de 2012

Capítulo dieciocho.


Otro suspiro. Carla llevaba una hora observando la cala desde el ventanal de su habitación. Tal vez él apareciera por allí. Pero no, el rostro de Gael no era uno de los muchos que pasaban una tarde soleada al lado del mar. Pero sí había dos caras conocidas. Inés y Katia estaban tumbadas en la arena tomando el sol. No las había vuelto a ver desde el sábado anterior. Inés le caía bien, y Katia tampoco estaba mal, aunque tenía la impresión de que ésta no sentía precisamente aprecio por Carla. Además, había tenido algo con Gael. Supuso que ya había finalizado por la forma en la que había salido Katia del pub y porque Mario le había dicho que Gael no estaba con nadie. Le gustaba. Le gustaba mucho, y por lo visto él también sentía algo por ella. Ella jugaba con ventaja; sabía que él sentía algo, pero él no sabía que ella le correspondía. A no ser que Mario se lo hubiera dicho ya, claro. Tenía que usar esa carta a su favor y aprovecharla al máximo. Después de lo que había visto Gael en el almacén de la panadería, debía hacerle notar que aquello se había acabado y que por el que sentía algo era por él. ¿Pero cómo se hace eso con mucha sutileza? Siempre había sido muy tímida con esos temas, y nunca había tenido que dar el primer paso. ¿Sería ese el momento para empezar a hacerlo? Suspiró una vez más. Se sorprendió al escuchar los pasos de alguien que entraba en su habitación. Eran bastante lentos. Indudablemente, se trataba de su padre. Carla dejó de observar la cala y dirigió la mirada hacia Jaime. Éste estaba bastante serio, aunque aquello en su padre era normal. Pocas veces le había visto sonreír. Se imaginó qué era lo que quería  saber.

_¿Hiciste la preinscripción?

Había acertado.

_Sí.

No mintió. Sí la había hecho, pero no para la carrera que él quería que la hiciese.

_Muy bien.

Y con el mismo rostro que carecía de expresión alguna de alegría, salió de la habitación. Carla se tumbó en la cama y cerró los ojos. Tenía que confesar la verdad. Pero no en aquel momento. Tenía que esperar que finalizara el plazo de la preinscripción para que no existiera manera alguna de modificar las carreras elegidas. Hasta entonces, no se iba a preocupar. Su mente se dedicaría exclusivamente a Gael.

Un poco más tarde, en un lugar no muy alejado…

Ahora le tocaba disculparse a él. En realidad, no debía hacerlo pero había decido tragarse su orgullo y arreglar las cosas con su mejor amigo. Creía recordar que aquella tarde no tenía turno en la piscina, porque algún sábado por la tarde sí le tocaba. Los helados los vendían él y David, un joven de dieciséis años que quería ahorrar dinero para comprarse una moto.
Al descartar que Gael estuviera en la piscina, existían dos posibilidades más: o bien estaba en la cala, o bien en su casa. Decidió probar primero con aquello último, más que nada porque era el lugar más cercano. Al llegar, le abrió la puerta Mercedes, su madre. Conocía a Mario desde que era pequeño y siempre había sido muy amable con él. Ese día no iba a ser menos. Le preguntó por sus padres y por la panadería; después le invitó a tomar algo pero él respondió negativamente. Lo único que quería era hablar con Gael. Mercedes le guió hasta su habitación, y antes de que éste llamara a la puerta, se despidió del chico con dos besos y una sonrisa. Después, volvió a la cocina para tomar un café mientras veía su telenovela favorita.
Dos golpes secos en la puerta de madera. Una voz desde dentro le indicó que pasara. Gael retiró la mirada del ordenador y la posó en Mario. Se sorprendió de verlo allí. Cuando llamaron a la puerta, pensó que sería su madre aunque ésta siempre entraba sin llamar.

_Hola.
_Hola.

Silencio. Mario se sentó en la cama y empezó a acariciar con sus dedos la colcha verde pistacho. ¿Quién debería ser el primero en hablar? Gael no comprendía qué hacía allí Mario. No había podido dejar de pensar en lo que había presenciado aquella mañana, y cuando le miraba, volvía a recordar aquella imagen. Estaba muy dolido, pero no tenía derecho a enfadarse con él. ¿Por qué le había ido a ver?¿No seguía cabreado? ¿O es que ya le había perdonado?

_¿Querías algo?_ dijo con con una tímida sonrisa. Si su amigo había venido a hacer las paces, no quería que él fuera la causa de que se echara atrás.
_Bueno, sí… Lo que has visto esta mañana…
_Ah, sí. Bueno, me alegro de que la cosa marche bien entre vosotros.
_No. No hay cosa.
_¿Cómo que no? ¿Entonces lo de esta mañana?
_Lo de esta mañana solo fue un calentón. Ninguno de los dos sentimos nada, de verdad.

Los ojos de Gael se iluminaron esperanzados. Si su amigo decía la verdad… ¡Podría intentar algo con Carla! ¿Pero se estaba escuchando? ¿Intentar algo él? ¿Algo serio? Por aquel entonces, no sabía si sería serio o no, pero lo que si sabía es que le gustaría dedicar mucho de su tiempo a aquella chica. Observar sus ojos marrones, probar sus labios carnosos. Hacerla rabiar y después pedirle perdón con un beso. Eso era lo que quería. Pero era algo que nunca había deseado tener con nadie. Sus relaciones no habían durado más  de una semana. La única con la que había mantenido algo más duradero era con Katia, y no se trataba de nada serio, sino de dos amigos que satisfacían sus necesidades sexuales. Al menos él lo veía así, aunque unas horas antes se había enterado de que aquello no había sido igual para ambos.

_¿Lo dices en serio?
_Completamente_ contestó Mario con una gran sonrisa.
_¿Todo esto significa que seguimos siendo amigos?
_Si tú quieres, sí.

Gael se levantó de la silla en la que estaba sentado y se acercó a Gael para abrazarle. Éste le correspondió y se separaron sonriendo.

_Ahora ya sabes lo que tienes que hacer_ dijo Mario guiñándole un ojo.
_¿El qué?
_Ir a por ella.

Le dio un golpe suave en el hombro y Gael afirmó con la cabeza. Conseguir a Carla. Por fín podía intentarlo. Y por fin volvía a estar bien con su amigo. Cuánto lo había echado de menos. Ana se había ido aquella mañana a Inglaterra y se sentía muy solo. No quería ni pensar cómo pasaría el resto del verano. Pero aquella tarde recuperó la esperanza y la felicidad que había perdido en los días anteriores. Aunque aún podía ser mucho más feliz. Y aquella muchacha de melena castaña y ojos marrones claros podía ser la razón.

viernes, 6 de julio de 2012

Capítulo diecisiete.


Gael caminaba solo por la calle. No le apetecía hablar, no le apetecía estar con nadie. Sólo quería olvidar, y entender. Olvidar lo que habían visto sus ojos unas horas antes. Entender aquel sentimiento que estaba despertándose en tu interior. Un sentimiento completamente nuevo, lleno de dolor. Su mejor amigo y Carla. No podía borrar esa imagen de su cabeza. ¿No habría sido una pesadilla? Ojalá. Todos hemos deseado alguna vez que algo que nos causara dolor sólo se tratase de un sueño. Pero tarde o temprano tenemos que afrontarlo, darnos cuenta de que ha ocurrido de verdad y de que debemos seguir adelante. No pasaba nada. Sabía que Mario y Carla se habían liado, pero no había sido lo mismo imaginarlo que verlo. Mario se merecía estar con ella mucho más que él. Él había sido un egoísta y un mentiroso. No tenía derecho de pedirle nada. Si le hubiera dicho por las buenas lo que sentía… ¿Por qué no había pensado fríamente antes de actuar? Aquel acto impulsivo no era habitual en él. Esa chica le había hecho perder la cabeza. Y pensar que hacía poco más de una semana Carla no existía... Ojalá pudiera retroceder en el tiempo. Pero no. En este mundo no se puede volver atrás, ni convertir realidades en sueños. En este mundo hay que asumir lo que pasa y seguir adelante por mucho que se tuerza el camino. Eso era lo que le habían enseñado, y lo que él estaba dispuesto hacer. Pero… ¿Cómo?

Una cara conocida. Su camino ya volvía a torcerse. Era Katia. También se había portado muy mal con ella. La había puesto como excusa para que Carla y Mario no se acostaran juntos. Y al final  había sucedido igualmente, o eso era lo que él creía. La chica le miró con odio y siguió caminando a paso más rápido. Gael tenía que hablar con ella. No podía estar mal con nadie más. Tenía que hacer algo. La paró sujetándole el hombro con uno de sus brazos. Ella le miró a los ojos. Estaba muy dolida. Todavía no había superado todo lo que le había hecho Gael.

_Déjame._ Katia volvió a mirar al suelo mientras intentaba apartar el brazo de Gael de su hombro.
_No. No hasta que me escuches.
_¿No has tenido ya suficiente?

Una lágrima empezaba a resbalar por el rostro de Katia. No se pudo contener. Había pasado unos días muy malos, y que Gael intentara hablar con ella, no la ayudaba. Lo que más le dolía es que en el fondo tenía ganas de escuchar su voz y de sentirse observada por aquellos cautivadores ojos verdes. Gael se dio cuenta y le entraron ganas de consolarla, pero sabía que él no era el más adecuado. Sólo podía disculparse una y otra vez.

_Katia, lo siento mucho de verdad. No era mi intención hacerte daño.
_¿De verdad? Pues para no ser tu intención, lo has hecho muy bien.

El rostro de Katia estaba cubierto por más lágrimas. Gael  quería abrazarla, pero tal vez no era lo más apropiado.

_Lo siento. Sé que lo he hecho mal, pero tienes que perdonarme por favor_ La miró a los ojos muy serio.
_¿Es que sabes qué pasa, Gael? Que me duele demasiado como para perdonarte. No es por lo del otro día. Es por todo. Tú nunca has sentido lo mismo que yo, y me duele mucho no ser correspondida. Yo estoy enamorada de ti, Gael.

Gael sabía que ella sentía algo más que simple atracción, pero lo que nunca hubiera imaginado es que le fuera a decir aquello. ¿Enamorada? Eso eran palabras mayores. ¿Por qué no se lo había dicho antes? Bueno, la respuesta estaba clara. Si se lo hubiera dicho, Gael hubiera cortado de inmediato con aquello que tenían, y ella no volvería a estar con él. Y en ese momento mejor que nunca, comprendía lo que se puede llegar a hacer por la persona a la que se quiere. Un momento. ¿Querer?

_Vaya…No sabía nada.
_Pues estás más ciego de lo que pensaba_ dijo Katia entre sollozos pero con una tímida sonrisa. 

Le había tranquilizado decir aquello que tanto tiempo había guardado en su interior. El secreto había sido desvelado.Gael sonrió. No sabía qué decir. ¿Qué iba a decirle? Se había acostado con ella durante cuatro años, y ni siquiera se había dado cuenta de que estaba enamorada. Katia había tenido que soportar ver a Gael con otras mujeres, que le hubiera dado plantón varias veces, y aún así siempre tenía una sonrisa para él. Se sintió aún peor. Aquel día no podía acabar bien.

_Lo siento mucho… Lo siento mucho por todo. Por todos estos años sin darme cuenta de tus sentimientos. Por haber jugado contigo, aunque de verdad que no era mi intención. Por todo Katia. Siempre hemos sido amigos, y me gustaría que lo siguiéramos siendo.
_Es que yo no puedo ser tu amiga Gael. Yo lo que quiero es ser otra cosa. No puedo ser tu amiga hasta que no me olvide de ti, y ahora eso me parece imposible.

Gael lo entendía. Se imaginaba lo difícil que sería estar enamorado de una amiga. Fingir ser amigos cuando se quiere algo más no es amistad. La amistad debe ser sincera por ambas partes. Si alguno de los dos siente algo distinto, ya no es amistad. Al menos eso era lo que él pensaba. Tal vez dentro de un tiempo sí podrían ser amigos, pero en aquel instante no.

_Lo entiendo. Quiero que estés bien, Katia.
_Ya.
_De verdad.
_Lo sé.

Sí, lo sabía. Gael no era un mal chico. Siempre estaba ahí cuando lo necesitaba. Se había comportado como un amigo leal. Lo que le había hecho en la última semana no tenía nombre, pero supuso que tendría sus motivos para haberlo hecho. Gael la quería. Sólo como una amiga, pero la quería. Lástima que ella no pudiera sentir solamente amistad. A lo mejor algún día…Pero todavía faltaba mucho. 
Y de esa manera, aquellos dos jóvenes que habían sido amigos y amantes, siguieron caminando en direcciones opuestas, dejando en el recuerdo todos los momentos bonitos que habían vivido, y también los no tan bonitos. Ya no podían hacer más.

jueves, 5 de julio de 2012

Capítulo dieciséis.


_¿Qué hemos hecho?_ le preguntó Carla a Mario mientras se ponía su minifalda.
_No lo sé_ Mario se tapó la cara con las manos, y después la miró_ Sentimos demasiada atracción el uno por el otro, pero no podemos seguir con esto, de verdad.
_Lo sé.

Mario tenía razón. Aquello no podía seguir así. Gael les había pillado con las manos en la masa. ¿Qué iba a pensar ahora de ella? Nunca se había comportado así, siempre se había considerado una persona racional y poco impulsiva, pero con Mario…Con Mario todo era diferente. Estaba avergonzada, sentía vergüenza al recordar la cara de Gael cuando los encontró a punto de hacer el amor. ¿Qué impresión se llevaría de ella? No sabía que sentía exactamente por Gael, pero no le gustaba nada la idea de que la hubiese visto con otro. Y menos con su mejor amigo. Entonces, con aquel pensamiento, de repente enlazó lo que le había contado antes Mario con Gael. ¿Era él la tercera persona? No se iba a quedar con la duda.

_Oye Mario… Cuando me dijiste aquello de que había una tercera persona… ¿No te referirías a Gael no?

Silencio.

_O sea, que es Gael. ¿Pero por qué?
_No te puedo contar nada Carla.

Los ojos marrones de Mario suplicaban que no preguntara más, pero Carla no se iba a rendir. Sentía demasiada curiosidad. ¿Qué tenía que ver Gael con Mario y con ella? ¿Quería que no estuvieran juntos?  Y lo más importante… ¿Por qué?

_Por favor. ¿Por qué Gael no quiere que estemos juntos?

¿Se lo contaba? Mario comenzó a dudar. No sabía cómo salir de allí. ¿Y si se inventaba algo? No, a él no le gustaba mentir y tampoco se le daba bien. Tal vez no sería tan mala idea contárselo. A lo mejor así terminarían definitivamente con aquellos encuentros pasionales. Carla le gustaba mucho, pero existían demasiados obstáculos sólo para tener un poco de sexo. Sí, tenía que decírselo. Igual a Carla también le gustaba Gael, y así le hacía un favor. Empezó a enfadarse consigo mismo. ¿Por qué le iba a hacer un favor después de lo que le había hecho él? Entonces recordó la frase que su madre siempre le repetía una y otra vez “Tú de tan bueno que eres, eres tonto” Que razón tenía. Se calzó el playero izquierdo, y se volvió a sentar sobre la mesa donde unos minutos antes había estado a punto de hacer el amor. Carla se sentó a su lado, mientras esperaba algo nerviosa la repuesta.

_Mmm… Puede que me mate si te lo digo, pero me voy a arriesgar. A Gael le gustas.

Los ojos de Carla se hicieron más grandes al escuchar aquello. ¿Cómo? ¿Había escuchado bien? ¿Le gustaba a Gael? ¿Pero cómo le gustaba? ¿Le gustaba de gustar como una chica más? ¿O le gustaba de gustar de verdad? Frunció los labios y los movió ligeramente a la derecha. No quería atosigar a Mario con preguntas, pero necesitaba saber más.

_Vaya… ¿ De verdad?¿Pero cómo le gusto?
_Mucho, Carla. Lo suficiente como para haber hecho cosas que no debería haber hecho.
_¿A qué te refieres?_ Carla no entendía qué quería decir.
_Nada, no tiene importancia _Mario sonrío._ Pero seguro que a ti él también te gusta. Deberías hacérselo ver.

Carla suspiró. No iba a negarle a Mario que se había fijado en Gael y que había empezado a sentir algo, a pesar de haber estado a punto de acostarse por primera vez con él. Menuda locura. Seguro que Gael había dejado de sentir algo por ella cuando los encontró juntos en ese mismo lugar.

_¿Cómo voy a hacérselo ver? ¡Hace unos minutos nos vio enrollándonos! Si tanto me gustara, no debería hacer eso…

Mario no se ofendió porque Carla hubiera admitido, aunque sin decirlo directamente, que le gustaba Gael. Sabía que su amigo era el guapo, y aunque se hubiera comportado como un mal amigo, se la merecía. Era la primera vez que había visto a Gael tan pillado por alguien. Debían estar juntos.

_Vamos, Carla… No tiene importancia que te liaras conmigo. No significa nada. Lo que quiero decir es que lo único que importa es que los dos sentís algo el uno por el otro. Lo que haya pasado antes, da igual.

Tal vez Mario tuviera razón y a Gael no le molestara tanto aquello para iniciar algo con ella. No, ¿Cómo iba a querer empezar algo? ¡Apenas se conocían! Se estaba volviendo loca. Desde que había entrado en aquel pueblo, no había hecho nada más que locuras. ¿Estaba cambiando de forma de ser? Primero, empieza a conocer el sexo con un chico que ni si quiera conoce bien, aunque en ese momento se da cuenta de que es un buen amigo. Y ahora, quiere “iniciar algo” con el chico que tanto la había hecho enfadar, con un chico que sólo había visto varias veces,con un chico que estaba con una chica rubia muy guapa en la cala. Es verdad. ¿Y esa chica quién era?

_Oye Mario… ¿Y Gael está con alguna otra chica?
_No.
_¿No? ¿Seguro? Es que el otro día le ví con una chica en la cala y estaban muy…juntos.
_Vaya… ¿En serio? ¿Cómo era esa chica?_ Mario se extrañó al oír aquello. Que él supiera, desde que dejó de verse con Katia, su amigo no había estado con nadie más.
_ Pues delgada, con el pelo largo, rubia…

¡Claro! Carla estaba hablando de Ana. Ella siempre era muy cariñosa, y más con Gael.

_Ah, no_ dejó ver una tímida sonrisa_ No te preocupes. Creo que me estás hablando de Ana. Son muy amigos, pero nada más.

Carla suspiró aliviada. Menos mal. No le entusiasmaba nada la idea de que hubiera otra chica de por medio. Había llegado su oportunidad. Tenía que intentarlo con Gael, pero con sutileza. Como siempre había sido ella. Nada de volver a hacer cosas que eran impropias de su manera de ser.


miércoles, 4 de julio de 2012

Capítulo quince.


Aquella mañana de sábado, Mario estaba solo en la panadería. Su padre tenía que hacer unos recados que le mantendrían ocupado toda la mañana. No entró mucha gente. Desde que pusieron panaderías en los supermercados, la gente prefería comprar allí el pan. Aún así, el padre de Mario se había ganado la fidelidad de muchos clientes. Su pan era más crujiente y estaba más rico que el de los supermercados, o al menos eso era lo que le decían todas las señoras que compraban allí. Mario sacó varias baguetes del horno y las comenzó a colocar sobre una bandeja para que se enfriaran. Sintió los pasos de alguien que entraba en la tienda.

_Ahora mismo le atiendo_ dijo mientras colocaba las últimas barras en la bandeja.
_Hola.

Aquella voz le resultaba familiar. Se giró y vio aquel rostro. Era Carla. Estaba guapísima. Su cabello castaño parecía más claro por la luz que entraba por la puerta, y llevaba una camiseta de tirantes rosa que le favorecía mucho.

_¡Carla! No esperaba verte…
_Me lo imagino. Hace mucho que no sé de ti.

Mario bajó la mirada. Sí, hacía mucho que no daba señales de vida. Pero era porque necesitaba pensar. No podía estar con Carla si Gael estaba enamorado de ella, pero por otra parte, era él el que se había comportado como un capullo. Mario también tenía derecho a estar con quien quisiera. Pero no, él no estaba enamorado de Carla, y no sabía si ella lo estaría de él. Decidió que aquel era el mejor momento para poner las cartas sobre la mesa.

_Ya. Carla, tenemos que hablar.
_Claro. Dime

Carla estaba seria. No había ido a ver a Mario para echarle nada en cara. Ni siquiera sabía para qué había ido. Se había dado cuenta de que por Mario sólo sentía atracción, y que por Gael estaba empezando a sentir algo extraño, algo que le había hecho sentir celos al verlo con aquella chica en la cala. Ella también quería hablar con Mario, pero decidió que él hablase primero. Mario colgó en la puerta de la entrada un cartel verde de “Vuelvo enseguida”, y a continuación, cerró la puerta. Le hizo una seña a Carla para que le acompañase al almacén. Allí guardaban todos los productos para hacer el pan y los dulces que preparaban por las mañanas. Se sentaron sobre una mesa en la que se encontraba el ordenador con el que Mario pasaba el tiempo cuando no entraba nadie en la panadería. Mario observó a Carla, que también le miraba a él. No sabía cómo empezar.

_Bueno…Tú dirás…_ dijo Carla, algo impaciente.
_Verás, Carla. La verdad es que estoy hecho un lío. No te lo puedo contar todo…pero hay algo… Algo que me impide estar contigo.
_¿Algo? ¿Qué algo?_ Carla arqueó las cejas sorprendida.
_Mmm…No sé como explicártelo sin contártelo todo… Digamos que hay una tercera persona… y aunque no se lo merece, no puedo hacerle esto.
_¿Me estás queriendo decir que estás con otra chica?
_No_Mario sonrió_ No, de verdad que no es eso. No te puedo contar nada más. A mí me gustas mucho, me encantas, pero también tengo que decirte que sólo es eso, que no hay nada más.

Carla suspiró aliviada. Él sentía lo mismo que ella. Pero, ¿qué quería decir con eso de que había una tercera persona?

_No te preocupes. Yo también sólo siento atracción por ti.
_Vaya…¿En serio? Eso es genial, de verdad. Tenía miedo de que sintieras algo más.
_No, no te preocupes_ Carla sonrió y le tocó la mejilla con la mano.

Mario le regaló otra sonrisa, y la besó en la mejilla. Ella le devolvió el beso. Un abrazo. Y entonces pasó otra vez. Dos cuerpos demasiado cerca. Esa atracción irrefrenable comenzaba de nuevo. Se separaron y se miraron a los ojos llenos de deseo. Rápidamente, comenzaron a besarse en los labios. Besos repletos de pasión, profundos, húmedos. La camiseta de Carla pronto cayó sobre la vieja madera que cubría el suelo. Mario comenzó a tocar sus pechos, cubiertos por un sujetador blanco con pequeños dibujos, y empezó a lamerlos con la lengua. Carla le desabrochó el botón del pantalón y comenzó a tocar el bulto que empezaba a aumentar debajo del bóxer azul marino. Aquello provocó que Mario se excitara aún más, y que le bajara hasta las rodillas la minifalda vaquera. Tocó el algodón de sus braguitas blancas. Primero, suavemente, después de manera más rápida e intensa. Ella dejó caer su espalda sobre la mesa y se dejó hacer. No podía parar. Ninguno podía parar. Ambos sabían que aquello era un error, pero no estaban preparados para echar el freno de mano. Querían seguir, querían llegar hasta el final, que sus cuerpos se unieran en uno durante aquellos minutos de atracción y placer. Después, que pasara lo que tenía que pasar. Pero en aquel momento, era lo que deseaban. Mario abrió un cajón del escritorio, y bajo unos papeles, encontró lo que buscaba. La caja de preservativos que había comprado unos días antes. Sacó uno y se lo enseñó a Carla.

_¿Quieres?_le susurró al oído.
_Sí.

Él le mordió el cuello, y ella soltó un gemido. Se bajó los pantalones del todo, y se quitó los bóxers. Iba a suceder. Los dos estaban preparados para el momento. Pero de repente, otra voz familiar.Alguien había entrado a la panadería y se dirigía al almacén.  Mario había cometido el error de no haber cerrado la puerta con llave.

_Mario, tío, tenemos que hablar…

Gael se quedó paralizado al encontrarse con aquella escena de pasión en el almacén. Fijó la mirada en el preservativo que sujetaba Mario en la mano. Ni siquiera observó el cuerpo casi desnudo de Carla, la cual avergonzada rápidamente alcanzó la camiseta rosa y se la puso. Pasaron unos segundos antes de que reaccionara y saliera de la panadería sin decir nada. Nadie dijo nada. Lo único que se escuchó fue el sonido del reloj de la iglesia del pueblo que anunciaba la una del mediodía y el silencio de un corazón roto.