lunes, 18 de junio de 2012

Capítulo once.


_Te echo de menos, Ana.

Gael hablaba con su amiga Ana desde el salón de su casa. Ella estaba pasando unos días en la casa de sus tíos de Valencia. Siempre habían sido muy buenos amigos, desde los cuatro años, pero su amistad se reforzó cuando se hicieron novios en sexto de primaria. Gael aun recordaba la carta que le había escrito y la sonrisa de aquella niña con dos trenzas al leerla. Se habían dado su primer beso juntos, y mantenían recuerdos muy bonitos de aquella historia inocente. Desde ese momento, siempre mantuvieron un vínculo muy especial, y se contaban cualquier anécdota, por muy insignificante que fuera.

_Yo también, cielo. Tengo muchas ganas de verte.
_¿Cuándo vuelves?_ preguntó Gael mientras acariciaba el borde del mueble de la televisión.
_El jueves ya.
_¿Te lo estás pasando bien?
_Sí, mucho. Te tengo muchas cosas que contar. He conocido a mucha gente, y bueno también a un chico.

Gael sonrió al escuchar aquello.

_¿Un chico? ¿Algo serio?
_Pues claro, yo no soy como tú_ se burló Ana_. Y tú, ¿qué? ¿Qué tal con Katia? ¿Alguna novedad?
_La verdad es que ya no estoy con ella…Ahora hay otro asunto…
_¿Otro asunto?_ Ana parecía sorprendida_ Dime, ¿de qué se trata?
_Ha llegado aquí una chica nueva, y bueno me gusta… Pero no sabes lo mal que me he portado con Mario…
_¿Con Mario? ¿Pero qué tiene que ver Mario con esa chica?
_Pues verás es que él…_Gael no acabó la frase al escuchar el timbre de la puerta_. Ana, están llamando a la puerta, te tengo que dejar.
_Jolín, qué casualidad. Venga, vale, pero llámame en cuanto puedas. ¡Me he quedado muy intrigada!
_Claro. Pásalo muy bien. Te quiero cangrejita.
_Yo también te quiero mongolin.

Gael colgó el teléfono con una sonrisa por haber hablado con su amiga, pero también algo decepcionado, por no haber podido contarle todos los remordimientos de conciencia que tenía. Cuando abrió la puerta, se llevo una gran sorpresa. Era Katia. Estaba realmente guapa. Se había alisado el cabello, y llevaba un top negro muy ceñido que resaltaba sus pechos. Además, había algo en ella distinto, algo que iluminaba su rostro, sus ojos, su sonrisa…

_¿Puedo pasar?_ preguntó ella con timidez.
_Claro, no te esperaba.

Se sentó en el sofá del salón, y Gael también lo hizo, a varios centímetros de distancia, para evitar situaciones incómodas.

_Estaba hablando ahora con Ana.
_Oh_ su expresión cambió, y se puso seria._ Vaya, ¿y cómo está?

A pesar de haber formado el mismo grupo desde que eran pequeñas, a Katia desde hacía años no le caía bien Ana. Tal vez fuera por ese vínculo tan peculiar que tenía con Gael. Siempre había sentido celos de ella, porque sabía que él la quería, tal vez sólo como su mejor amiga, pero la quería más que a ella, y no podía evitar sentir cierta envidia.

_Bien. Llega el jueves ya_ contestó Gael con una sonrisa.
_Bueno, Gael, verás, yo he venido a hablarte de lo que pasó el viernes_ dijo Katia con decisión, algo poco habitual en ella.
_Oh, dime_ Gael no entendía por qué quería volver a hablar de aquello.
_A mi me gustas mucho, Gael_ se atrevió a decir, después de muchos ensayos delante del espejo de su tocador._ Y sé que tú echas de menos estar conmigo, y que también te gusto.

Gael empezó a comprenderlo todo. Las ideas le vinieron a la mente de golpe. Mario. La conversación que habían tenido en aquel mismo lugar la tarde anterior. Le había dicho que estaba muy mal porque echaba de menos a Katia, y que aunque no quería más, le gustaría volver a estar donde estaban. Y le había dicho que no contara nada, pero por lo visto él no le hizo mucho caso. No tenía derecho a molestarse, él se había portado mucho peor. Intentó inventarse otra mentira más, pero no encontró ninguna. El arte de mentir sólo lo tenían ciertas personas, y el no era una de ellas.

_Mario, ¿verdad?_ dijo finalmente con una sonrisa.
_Oh, no, Mario no me ha dicho nada…

Gael comprendió que Katia tampoco era una de esas personas que sabían mentir.

_Eh, no pasa nada. No me voy a enfadar con él_ la tranquilizó.
_Bueno, de todos modos, no tenemos que hablar de él. La cuestión es que te gusto, y me gustas, y que si los dos echamos de menos lo que teníamos antes, no veo por qué no podemos seguir haciéndolo.

Gael se quedó sin palabras. No sabía qué decir. ¿Cómo le iba a contar que todo lo que le había dicho a Mario era mentira, que sólo había sido una excusa para que no se acostara con Carla? Katia se aproximó a él con una sonrisa, y empezó a besarle suavemente el cuello. Gael no podía seguir con todo aquello, no podía tener tantos cargos en su conciencia. Debía zanjar el asunto. Apartó su cuello de los labios de Katia y la miró serio. Ella estaba desconcertada.

_Katia, lo siento de veras, pero no…
_¿Cómo que no? No te entiendo.
_Ya, es normal que no me entiendas. Verás lo que te dijo Mario fue un…malentendido.
_¿Un malentendido? ¿Todo lo que me dijo fue un malentendido?_ Katia había comenzado a gritar, pero no se dio cuenta.
_Sí…verás, es que yo no he sido del todo sincero con Mario.
_¿Pero por qué? Si sois amigos.
_Bueno, eso es algo difícil de explicar, y es asunto nuestro.
_¡No es asunto vuestro! ¡También me incumbe a mí!_ Katia se había levantado del sofá y miraba a Gael con una mezcla de enfado, depeción y confusión.
_Lo siento, Katia. De verdad que lo siento.

Las palabras de Gael fueron sinceras, pero Katia no dijo nada. Se marchó de aquella casa con un portazo, antes de derramar la primera lágrima de muchas. Fue un llanto de amor no correspondido, de sentir que habían insultado su inteligencia. ¿Un malentendido? Se estaba riendo de ella.
Gael siguió sentado en el sofá y suspiró, intentando llevarse con aquel suspiro todos los errores que había cometido, pero aquello no sucedió. Entonces se dio cuenta de que había llegado el momento de contarle toda la verdad a Mario.

Un poco después, en otro lugar…

“Lo siento Mario. Hoy no podemos vernos. Mis padres quieren ir a Alicante esta tarde y me llevan con ellos. Pero mañana podemos vernos, si tú quieres… Tengo muchas ganas de estar contigo. Un beso.”

Ese era el mensaje que le había mandado Carla a las 15:21 horas. Parecía que siempre había algo que estropeaba sus quedadas. La tarde anterior había sido Gael y aquel día ni siquiera podían quedar. Siempre había algo. Gael. Estaba contento por su amigo. Creyó que decírselo a Katia era lo mejor que podía hacer, así serían felices los dos. 
Pensó en ir a la cala aquella tarde, pero las nubes grises habían cubierto el cielo azul que se veía casi todos los días. Seguramente caería una tormenta. Finalmente se sentó en el sofá de la salita, y encendió el televisor. Se encontró con “El Secreto de Puente Viejo” y decidió quedarse viéndolo. Su tía estaba enganchada a aquella serie. Poco después de que empezara a entender un poco el argumento, llamaron a la puerta. Era Gael. Mario sonrió.

_¡Hola! ¡No esperaba verte hoy! ¿Has visto que mierda de día hace?

Gael ignoró aquellas palabras y se sentó en el mismo sillón donde había estado Mario segundos antes. Cogió el mando y apagó el televisor.

_Mario, tenemos que hablar.


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