martes, 10 de julio de 2012

Capítulo veinte.


Dos matrimonios conversaban en una mesa de salón. Ya habían finalizado la última partida a la brisca. Había ganado la pareja más joven. Uno de los maridos le ofreció al otro un cigarro, pero éste lo rechazó.

_Si fumara  no podría predicar con el ejemplo.

Los dos sonrieron y las mujeres también. Se habían conocido dos días antes en la cala del pueblo. Primero comenzaron a hablar de temas intrascendentes y acabaron contándose muchas cosas de su vida. La mujer de cabello negro había invitado a la pareja a una partida de cartas en su casa, y éstos aceptaron. Pero no todo iba a ser jugar a la brisca.

_Bueno, ya que no fumas… Un whisky si, ¿no?
_Eso sí.
_¿Vosotras queréis algo?
_Si tienes un licorcito de melocotón…_dijo la mujer de cabello rubio teñido.
_Claro. Tú amor, ¿quieres algo?
_No, cielo.

A pesar de llevar juntos treinta años, se trataban con el mismo cariño de los primeros días. El hombre se dirigió al mueble bar. Sacó tres vasos y llenó dos de whisky y uno de licor de melocotón. Los llevó a la mesa y los sirvió a sus invitados.

_Mmmm, este licor está buenísimo_dijo la mujer después de tomar un trago.
_Sí, ¿verdad? Nosotros no somos muy de licores, bueno, ni de alcohol, pero para este tipo de días están bien.

La mujer afirmó con la cabeza y siguió bebiendo de su vaso.

_Así que tenéis dos hijos, ¿no?_ preguntó la mujer morena con una sonrisa.
_Sí, la parejita. ¿Vosotros?
_Nosotros sólo uno. Yo quería otro más pero Javier no quiso.
_¡Trabajábamos los dos! ¡No íbamos a poder con todo!_ se defendió el hombre.
_Tiene razón. Pero aún así… me encantan los niños. Aunque bueno, ahora de niño ya tiene poco…
_Te entiendo.  Los nuestros también están muy mayores. Uno ya en la universidad, y la otra de camino..
_Vaya… ¿y qué están estudiando?
_El mayor medicina, y bueno la pequeña aún no se ha matriculado en nada, así que...
_La pequeña va a empezar medicina también_ se apresuró a contestar su marido muy serio.
_Vaya…Se ve que esto de curar a la gente se lleva en la sangre, ¿no?
_Sí, la verdad es que sí_ contestó el hombre.
_Pues en nuestra familia ocurre todo lo contrario. Javier fisioterapeuta, yo profesora de matemáticas, y a nuestro hijo le ha dado por meterse en derecho.
_Hay de todas las ramas entonces_ dijo la otra mujer sonriendo.
_Pues sí.
_¿Cómo se llama vuestro hijo?
_Gael.

A muy pocos metros de allí…

_Todavía está encendida la luz del salón. Creo que hoy tenían una visita_ dijo Gael mientras observaba la ventana de su casa protegida por unas cortinas de color beige.
_¿Seguro que no quieres quedarte aquí ya?
_¿Estás loca? No te dejaría ir sola hasta tu casa.
_Como quieras. ¿Qué hora es? No he traído reloj.
_Sólo son las doce y media. Es temprano aún_ contestó después de sacar su móvil para comprobar la hora.

Habían pasado casi dos horas juntos en la piscina. A aquel primer beso, se le había unido un segundo, y un tercero… Pero no habían pasado de ahí. Los dos querían ir despacio. Dicen que las cosas con calma salen mejor, y Carla ya había ido demasiado deprisa la semana anterior. Gael había ido deprisa toda su vida, así que decidió que ese era el mejor momento para disfrutar de otro tipo de cosas. Lo demás podía esperar.
Siguieron caminando por la oscuridad de la noche. Los dos llevaban el pelo aún mojado, aunque el de Carla tardaría más en secarse. En cinco minutos llegaron a la casa de color verde. Carla observó que en ella no había luz. Sus padres no debían de haber llegado aún. Se aproximaron a la puerta, uno enfrente del otro.

_Pues ya hemos llegado.
_Sí. Mis padres no debieron llegar aún a casa.
_Mmm… ¿tienes miedo de estar tú sola? Si quieres entro contigo, eh.

Lo dijo riéndose, pero, ¿seguro que no hablaba en serio? Decidió tomárselo como una broma, y le sacó la lengua. La verdad es que se moría de ganas por estar con él dentro, con más intimidad. Pero le daba miedo volver a perder la cabeza y hacer sólo lo que deseaba su cuerpo. Era su primera vez, y siempre había querido que fuese  muy especial  y con la persona indicada. ¿Sería Gael el chico apropiado para hacerlo? Se acababan de besar por primera vez. Era demasiado temprano. Sí, eso estaba claro, no podía llegar hasta el final esa noche. Pero un primer contacto… ¿por qué no?
Él le sujetó la cabeza con las dos manos y le dio un beso dulce en los labios. Fue muy largo y suave. Pero no era como los besos que se había dado con Mario. Éstos eran más tiernos, más inocentes. Sin embargo, ella los disfrutó igual o más que con el otro chico. Al retirarse, suspiró, y Gael sonrió al verla. Por lo visto le había gustado el beso.

_La verdad es que tal vez sí que tenga un poco de miedo yo sola_ dijo avergonzada mientras se enredaba un mechón de pelo con los dedos.
_¿Lo dices en serio?
_Sí_ contestó muy sonrojada evitando encontrarse con su mirada.
_Pues entremos, entonces.

Carla se acercó más a la puerta y entonces se dio cuenta de algo que no recordaba. Se había dejado la chaqueta y el móvil en casa, ¡pero también las llaves! Volvió a mirar a Gael, el cual la observaba desconcertado al ver que no sacaba las llaves.

_Me he dejado las llaves en casa.
_¿De verdad?_ preguntó riéndose.
_Sí. Hoy se me ha olvidado todo dentro.
_Vaya… Y eso, ¿por qué? ¿Estabas nerviosa?
_Un poquito.
_¿Te pongo nerviosa yo?

Gael acarició las ondas de su cabello, y arrimó sus labios a su mejilla. Ella volvió a sentir la misma sensación que la última vez que le había hecho eso. ¿Por qué tenía que encantarle tanto? ¿Y por qué era tan capullo de hacerle eso? Hacía que se muriese de ganas de llegar más lejos.

_No_contestó susurrando.
_¿No? ¿Seguro?

Él le hablaba al oído, sonriendo. Sabía que aquello la excitaba. Era un poco cruel, porque no podían llegar a más, pero le gustaba ver como ella separaba los labios y cerraba los ojos en señal de placer.

_¿Qué vamos a hacer tú y yo hasta que tus padres lleguen?
_ No lo sé. ¿Qué quieres hacer?_ su voz sonaba entrecortada por la emoción que estaba sintiendo.
_Mmm… ¿Qué te parece si te doy el último beso en tu habitación?
_¿Cómo vas a hacer eso? Vuelvo a decirte que las llaves están dentro.
_Ay Carlita, Carlita, qué poco confías en mi.
_No me llames Carlita… ¿Qué quieres hacer?
_Ven.

La agarró de la mano y la llevó hasta la parte trasera de la casa. Le señaló con el dedo índice una ventana abierta. Era la de la habitación de sus padres.

_¿Cómo sabías que estaba abierta?
_No lo sabía. Pero había que comprobarlo, y hemos tenido suerte_ contestó con una de sus sonrisas encantadoras.
_¿Suerte? ¡No podemos subir hasta ahí!

No había tanta altura desde el suelo hasta la segunda planta, pero Carla siempre se había considerado patosa. Era la peor en la clase de educación física, por no enumerar todas las caídas que había tenido desde que era pequeñita.

_Muy fácil. No hay casi nada de altura entre esta planta y la de arriba. Yo subiré, y después te ayudaré a ti
_¿Y por qué no subes tú y me abres la puerta desde dentro?
_Porque hay que poner un poco de riesgo y emoción en la vida.

Y dicho esto, el joven se aproximó a la ventana de la cocina, que era justo la que estaba debajo de la habitación de sus padres. Una vez que estaba subido en el bordillo superior, estiró los brazos hasta encontrarse con el bordillo inferior de la ventana de arriba. Con todas sus fuerzas, impulsó todo su cuerpo hasta quedarse de rodillas frente al cristals. Lo había conseguido. Después, abrió completamente la ventana y se introdujo en la habitación.

_¡Venga! ¡Te toca a ti!
_Gael, yo no voy a subir ahí. ¡Ábreme desde dentro!_ gritó la chica desde abajo.
_No.
_¿Por qué?
_Porque puedes hacerlo.

Carla resopló y se aproximó a la fachada. ¿Por qué había salido con aquel chico? Hizo lo mismo que Gael, pero cuando llegó el momento de subirse a la ventana de la planta de arriba, no logró encontrar las fuerzas para subir todo su cuerpo. Gael tiró con fuerza de su mano, y con ese apoyo por fin pudo llegar arriba. Entró en el dormitorio de sus padres mientras observaba la sonrisa de satisfacción de Gael.

_No sé por qué sonríes tanto. Ha sido estúpido_ dijo jadeando. No estaba acostumbrada a hacer ese tipo de cosas.
_Vamos, no ha sido para tanto. Una anécdota que contar.

Carla hizo una mueca de desprecio y encendió la lámpara de la mesita de noche. Aquello estaba demasiado oscuro.

_¿Éste es el dormitorio de tus padres?_ preguntó mientras observaba la habitación.
_Sí.
_Es muy bonito.
_No está mal.

Gael se sentó encima de la cama y la agitó un poco.

_La cama es cómoda_ dijo guiñándole un ojo.

Aunque Carla era diferente, aunque por ella sintiera algo especial, no podía evitar gastar las mismas bromas pícaras de siempre. Le encantaría pasar aquella noche allí con ella, aunque no pasara nada, sólo dormir juntos, pero sus padres tendrían que llegar a casa tarde o temprano.

_Gael…
_¿Qué?
_No podemos ahora…

Gael se rió y se levantó. Le dio un beso en la frente.

_Sólo era una broma. Estamos bien así. Yo tampoco quiero hacer nada hoy.

Carla se alegró al escuchar aquello. Le dio un beso tierno en los labios. Después un abrazo. Un abrazo interrumpido por el sonido de una llave metida en una cerradura.

_¡Rápido! ¡Vete, vete!

Gael le dio un último beso en los labios y salió por la ventana. Carla observó cómo llegaba al suelo y se despedía con la mano. Después cerró la ventana y se fue sigilosamente a su habitación para que sus padres no la pillasen allí. Se desvistió y se puso el pijama. Una vez metida en la cama, pensó en lo loco que estaba aquel chico, y en lo loca que la estaba volviendo a ella también. Y sonriendo, se quedó dormida.

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