martes, 10 de julio de 2012

Capítulo diecinueve.


Ya habían pasado tres largos toques y Carla aún no lo cogía. Tal vez no lo hiciese, ni siquiera conocía el número que la llamaba. Mario le había dado el número de su móvil. Necesitaba verla, e ir a su casa no le pareció una buena idea porque se sentiría incómodo si estuvieran allí sus padres. Un quinto y último toque.

_¿Si?_ contestó algo confusa.
_¿Carla? Soy Gael.

Un pequeño silencio al otro lado de la línea. ¿Gael? ¿Cómo sabía su móvil? Y lo más importante, ¿qué quería?

_Ah, sí.
_¿Te apetece salir conmigo esta noche?
_¿Salir contigo?
_Sí, me apetece.

Carla no entendía nada pero le alegró escuchar aquello. Gael les había pillado esa misma mañana y por la noche le pedía salir, un poco raro, ¿no? Sí que le debía gustar. Tapó el móvil para que él no la escuchara, y soltó un pequeño grito tapándose la boca con uno de los cojines que estaban sobre su cama.

_¿Carla? ¿Estás ahí?
_Sí, sí. Está bien, quedemos.
_ Vale. Dentro de media hora en la plaza, ¿vale? ¿O prefieres que te pase a buscar?
_No. Mejor en la plaza.

No quería que su padre volviera a atosigarle a preguntas como hizo cuando Mario la había ido a buscar. Además, tan sólo eran las diez, y a esa hora en verano todavía no era de noche.

_Muy bien, allí nos vemos. Hasta luego Carla.
_Hasta luego.

Volvió a posar el móvil sobre la mesita de noche. Ahora venía lo difícil. Sólo tenía unos veinte minutos para prepararse, así que debía tomar decisiones rápidas. Abrió el armario y rápidamente sacó un vestido negro palabra de honor. Siempre le habían dicho que le sentaba como un guante. Después fue al baño; se pintó la raya del ojo y se echó un poco de brillo de labios. Se puso unas sandalias negras de tacón. Ya estaba lista. Ahora venía algo más difícil, ¿qué iba a decirle a sus padres? Bajó las escaleras de caracol, pero en el salón no estaban. Es verdad, lo había olvidado, sus padres le habían dicho que iban a casa de unos amigos a jugar a las cartas. Por lo visto, también habían hecho buenas migas con la gente del pueblo. Mucho mejor, vía libre para salir de casa. Pero antes decidió dejarles una nota en la que explicaba qué se iba a tomar algo con algunos amigos y amigas. Para los padres, siempre es mejor que su hija se vaya con varias personas que sola con un chico un poco más mayor que ella. La dejó encima de la mesa del comedor y salió de casa. No hacía nada de frío aquella noche y se alegró de ello porque con la emoción y las prisas había olvidado coger una chaqueta. ¡Ni siquiera llevaba dinero! ¡Ni móvil! ¿Y si él no aparecía? Ni siquiera podría llamarle para saber qué había pasado. Pero pronto comprobó que aquello no iba a pasar. Gael ya estaba sentado en un banco de la plaza esperándola. Además de guapo, puntual, ¿qué más se podía pedir? Llevaba una camiseta roja y unos vaqueros oscuros. Su sonrisa al verla llegar era más bonita a la luz de las farolas. Carla se aproximó y él se levantó. Llegaba la gran duda, ¿cómo se saludaban? Gael se decidió y le dio dos besos. Comenzaron a andar sin rumbo fijo.

_Me ha extrañado que me hayas llamado_ confesó Carla.
_Me lo puedo imaginar…
_ Siento mucho lo que has visto esta mañana. Fue… una tontería.
_Lo sé_ Gael la miró y sonrió_ Mario me lo ha contado.
_Sólo era atracción… Y ya se ha acabado.
_No hace falta que te justifiques, de verdad. Está olvidado.
_Vale.
_ ¿Sabes? La verdad es que yo pensaba que tú eras mucho más previsible, pero me ha sorprendido tu relación con Mario. Pensaba que te gustaban más las relaciones serias y todo eso.
_¡Y me gustan!

Sabía que le causaría una mala impresión a Gael, lo sabía. Ella normalmente no era así, pero no comprendía qué le había pasado. Sería el calor del mediterráneo. Quería que él tuviera claro que su forma de ser era otra muy diferente.

_De verdad que soy más de relaciones que de esto. Pero esta semana sentí cosas que nunca había sentido…Y no sé, me dejé llevar demasiado. Es algo que habitualmente me cuesta muchísimo.

Parecía sincera. Sin embargo, a Gael aún le molestaba que hubiera sentido aquella atracción por Mario. Se preguntó si por él sentiría la misma, o si sentiría algo. Él no buscaba sólo sexo en ella, pero no podía negar que era una de las partes más bonitas y sencillas de una relación. 
Quería dejar de hablar de lo que había pasado entre Mario y ella, así que se dispuso a comenzar el plan que había estado pensando desde que Mario abandonó su casa.

_Te voy a llevar a un sitio.
_ ¿A dónde?_ preguntó Carla ilusionada.
_ Ya lo verás.

Le regaló otra sonrisa , y se dirigieron a la parte más alta del pueblo. Carla ya había recorrido aquel camino el día que quedaron para ir a la piscina. Además, lo había hecho con la misma persona. Hacía unos días quería matarle por sus comentarios y en ese momento estaba allí, llena de ilusión por lo que pudiera pasar con aquel chico. Habían olvidado todo lo que había pasado la última semana, y simplemente disfrutaban de la presencia del otro en una de las primeras noches de julio. Volvían a llegar al mismo lugar de la última vez, sólo que en lugar de dirigirse a la puerta de entrada principal, llegaron a la puerta de los empleados.

_¿Qué hacemos aquí?
_Shh_ le cerró los labios con el dedo índice, y ella se estremeció. ¿Nunca te has dado un baño de noche?

Aquel chico estaba completamente loco. Pero le encantaba. Gael sacó una llave del bolsillo de su vaquero y la introdujo en la cerradura. La puerta fabricada con metal se abrió. Entraron en un lugar muy oscuro. Gael pulsó el interruptor que estaba al lado de la entrada, y se encendió una pequeña bombilla en el techo. En aquella habitación se encontraban flotadores, maguitos, planchas, materiales para limpiar la piscina…

_Aquí es por donde entro yo todas las mañanas.
_Vaya… Qué guay tener la llave.
_Sí, pero nunca he hecho esto. Tenemos la suerte de que las cámaras de seguridad están estropeadas desde hace una semana.
_¡Es verdad! ¡Las cámaras!
_No te preocupes, ahora no nos graba nadie.

Gael cogió un flotador azul gigante y salieron de allí. La piscina era mucho más bonita de noche iluminada por los focos. Además, que no hubiera nadie más tenía su encanto. Carla se sentó en el césped y observó cómo Gael se quitaba la camiseta. Menudo cuerpazo tenía.

_¿Qué haces ahí sentada? ¡Vamos a bañarnos!
_Me encantaría_ sonrió_ Pero no quiero llegar a casa mojada.
_Hay toallas donde estuvimos antes, no te preocupes.
_Me da vergüenza desnudarme_ dijo sonrojada.

Gael se aproximó a ella sonriendo y tiró de su brazo derecho hasta que se puso en pie. Le acarició suavemente los hombros.

_No voy a ver nada que no hubiera visto ya_ se rió pícaro.
_Capullo.

Fingió ofenderse, pero pronto le devolvió la sonrisa. Tenía que quitarse la ropa. No podía quedarse allí sentada después de que Gael la hubiera llevado hasta aquel lugar de noche. Aunque las cámaras de seguridad no funcionasen, se estaba jugando su puesto.
Gael se quitó los vaqueros y se quedó en bóxer. Después, se zambulló en la piscina. La miraba expectante desde el agua.

_¡Venga! El agua está buenísima.

Carla se dio por vencida. Se bajó la cremallera del vestido, y éste lentamente cayó en sus pies. Observó la ropa interior que llevaba. Era negra y el sujetador era uno de sus favoritos. Preferiría haber llevado el conjunto que había comprado unos días antes, pero podía haber sido peor.
Ella no se tiró, bajó por las escaleras adentrándose cada vez más en el agua. Estaba un poco fría. Finalmente, dejó caer todo su cuerpo y metió la cabeza bajo el agua. Su cabello volvió a aparecer completamente mojado. Gael pensó que los baños nocturnos le sentaban realmente bien a Carla, estaba guapísima. Nadó hasta el bordillo de la piscina y alcanzó el flotador que había cogido unos minutos antes. Después, lo arrojó al agua y le pidió a Carla que se metiese dentro. Ésta se negó al principio pero acabó cediendo. Gael la ayudó a echarse sobre él.

_Ahora sólo tienes que mirar hacia arriba.

Miles de estrellas los observaban aquella noche. Carla sonrió. Era realmente bonito. Gael también contemplaba el cielo desde el agua mientras apoyaba sus brazos en el flotador. Tal vez los apoyó demasiado, porque Carla acabó resbalandol y sumergiéndose en el agua.

_Lo has hecho a posta_ protestó.
_¿El qué?
_Me has tirado.
_Ha sido sin querer.
_Ha sido sin querer.

Imitó su voz en tono burlón pero ambos acabaron riéndose. Se aproximaron más, mucho más. Piel contra piel. Miradas expectantes, esperando algo que los dos querían pero que no llegaba. Pero finalmente, llegó. Y es que a toda la magia que desprendía aquella noche estrellada, se le unió la magia de un dulce primer beso.

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